EL contundente y merecido triunfo del viernes en Vallecas certificó, a falta de dos jornadas para la conclusión de la Liga, el regreso del Athletic Club a la élite del fútbol europeo, la Champions League. Un premio que no está al alcance de cualquiera en el competitivo fútbol actual -fuertemente mediatizado por los presupuestos millonarios- y al que el equipo rojiblanco accede por la puerta grande, exhibiendo un juego que ha sido admirado tanto en San Mamés como en numerosos estadios y una actitud en general irreprochable que han generado una explicable ilusión en la afición de Bizkaia. Nadie esperaba a principio de la temporada que la campaña del Athletic fuese a resultar tan espectacular y fructífera. Las controvertidas marchas tanto de Marcelo Bielsa -un entrenador que había dejado una impronta especial en Bilbao y había llevado al equipo a jugar dos finales, una de ellas europea- como de Fernando Llorente -que se unía a la del año anterior de Javi Martínez- podrían presagiar dificultades, pero han quedado casi olvidadas para los seguidores rojiblancos. El acertado fichaje de un hombre de la casa, Ernesto Valverde, que ya había demostrado su valía en Bilbao y después la ha refrendado en otros equipos de Europa, ha revivido un club con un presupuesto muy alejado del de los llamados grandes y con una filosofía a la que se mantiene fiel y que condiciona de manera determinante la plantilla con la que afrontar los compromisos deportivos. Pero los números cantan en este final de una temporada que quedará en la memoria de la afición. El año del estreno del nuevo San Mamés el Athletic ha batido su propia marca de puntos, aunque aún faltan dos partidos por jugar. Es significativo que el equipo rojiblanco esté colocado en la clasificación por debajo únicamente de los tres equipos más poderosos, que se disputan todos los títulos. Pero el meritorio éxito deportivo de un equipo de las características del Athletic no es siquiera comparable a la comunión que existe entre el club y el pueblo de Bizkaia, que va mucho más allá de los socios y de los propios aficionados al fútbol. Es el triunfo de todos que, como reza el lema elegido para la ocasión -"Denok batera"-, ha obrado el milagro para que el Athletic, su historia, su esencia y sus raíces, así como su ejemplar afición, vuelvan a pasearse por los grandes estadios de Europa.