EL Plan de Industria 2014-2016 aprobado ayer por el Consejo del Gobierno vasco trata de responder a una evidencia: la crisis ha supuesto una caída del 13,7% de la producción industrial (en el Estado ha sido del 30%) y una pérdida de cincuenta mil empleos en Euskadi mientras el peso de la industria en el PIB vasco ha sufrido un retroceso innegable (del 29,3% de 2006 al 21% de la actualidad). Los datos, en cualquier caso, deben ser relativizados con la realidad. Por un lado, porque el peso de la industria en el PIB vasco sigue estando por encima de la media del Estado (15%) y de la misma UE (17%) y no se halla lejos del de Alemania (23%) y porque la caída del peso de la industria en el PIB es general desde los años 80: en las últimas tres décadas cayó un 13% en EE.UU. y un 11,6% en la UE. Por otro, porque pese a todo Euskadi sigue contando con un tejido de empresas industriales competitivas que han logrado compensar sus costes -bien que en base a fuertes reestructuraciones en muchos casos- y que cuentan con claras ventajas referentes a la gestión, la innovación y la tecnología. Y es en este último ámbito, el de la innovación y la tecnología, en el que se pretende incidir con una política industrial explícita que, por otra parte, también se ha pretendido desarrollar en otros países europeos como Francia o Gran Bretaña. No en vano las principales economías (Alemania, China, EE.UU, Japón o Corea del Sur) cuentan con los sectores industriales más desarrollados y de mayor componente tecnológico y la misma Unión Europea se ha planteado como objetivo para 2020, dentro del programa Horizon en el que se encaja el Plan de Industria vasco, invertir la tendencia y que el peso de la industria alcance el 20% del PIB europeo especialmente a través de una especialización regional inteligente. Ahí entra Euskadi. Los 575 millones del presupuesto vasco entre 2014 y 2016 y los 1.275 millones de euros de recursos extrapresupuestarios que presupone el plan deben recortar la distancia que aún soportamos en innovación y desarrollo (Suecia, por ejemplo, aún duplica el porcentaje de inversión de la CAV en I+D) para crear nichos industriales de alta tecnología e incidir en campos sobre los que pivotará la industria en el medio plazo, tales como la manufactura robótica, la nano y micromanufactura, la bio-industria o los materiales avanzados, entre otros.