VISTO que el recurso mediático de utilizar el nombre de Bildu como argumento de miedo ha tenido ningún eco en la opinión pública de Nafarroa y ha ido perdiendo fuerza en las tertulias madrileñas, el aparato de propaganda que asesora a Barcina opta por elevar el listón y recurre a un nuevo espantajo, ahora el del peligro de secesión. En realidad, la estrategia es la misma: primero, intentar condicionar la libre y democrática voluntad política de los navarros y navarras acosándoles permanente con mensajes que azuzan el miedo y señalan a cualquier vía de cambio de ciclo político como la puerta abierta a todo tipo de males y perversiones. Y en segundo lugar, tratar de blindar el máximo de apoyos políticos y mediáticos fuera de Nafarroa que puedan en último caso frenar el proceso abierto en la comunidad foral y si eso ya no es posible, al menos abrir puertas políticas o profesionales en otros lares. Barcina sabe que están intoxicando y manipulando a la opinión pública española y tratando de agitar los fantasmas de la derecha más extremista y también saben que todo ello sólo intenta ocultar a la sociedad la verdad de un Gobierno en estado de desguace permanente desde hace dos años y medio y desviar la atención de la inestabilidad política, institucional y presupuestaria que ha generado. Pero a estas alturas difícilmente Bildu, ETA, la secesión y lo que venga después va a modificar el malestar social con la pésima gestión del Gobierno de UPN en áreas claves -sanidad, educación, atención social, servicio públicos, etcétera-, y menos aún pueden ya tapar ojos y oídos ante el escándalo político que ha abierto las revelaciones de la ex directora gerente de Hacienda. Está todo ya muy visto. En realidad, el discurso del miedo descubre su miedo a perder el poder, a la voluntad libre y democrática de los navarros. El miedo de un régimen anclado en una visión particular y reduccionista de Nafarroa, cada vez más alejada de la Nafarroa real, con una concepción patrimonial del poder y una histórica supeditación de los intereses generales al interés particular de determinados grupos de poder. La sociedad navarra es democráticamente madura y no necesita fantasmas agitados para posicionarse en las urnas. El discurso del miedo es un clásico del argumentario de UPN en cada cita electoral, pero ya no es lo mismo. Pierde fuerza.