UN año y dos meses después de que Iñigo Urkullu iniciara oficialmente la presente legislatura al frente del Gobierno vasco, su anunciada pretensión de normalizar las relaciones políticas y, como consecuencia, los acuerdos entre diferentes para dotar de estabilidad a las instituciones vascas y por tanto al país se ha constituido en realidad. El cierre ayer del Consejo Vasco de Finanzas con un consenso unánime en cuanto a las aportaciones de fondos de las diputaciones y el sistema de reparto de la recuperación de incentivos fiscales, trenzado no sin cierto esfuerzo por el Gobierno vasco, daba continuidad al anuncio, apenas un día antes, de otros dos convenios, el relativo a las duplicidades entre el PNV y el PSE, y el presupuestario en Donostia entre los jeltzales y Bildu. A su vez, todos ellos no hacen sino confirmar el cambio de ciclo -y de ambiente- político en Euskadi que empezó a fraguar exactamente hace un año, en febrero de 2013, con otro acuerdo en el Consejo Vasco de Finanzas entre las instituciones lideradas por PNV, Bildu y PP respecto al cierre de la recaudación de 2012 y al reparto del fondo de compensación entre las diputaciones. Aquel cambio de paso en las relaciones partidarias, que impulsó el Gobierno Urkullu, ha tenido luego su continuidad en diferentes pactos presupuestarios -además de los cerrados esta semana y de consensos parlamentarios menores- como el alcanzado el pasado noviembre entre socialistas y PNV de cara a los presupuestos de Bizkaia, luego extendido al PP, y a las cuentas de Bilbao; los alcanzados por PNV y Bildu en diciembre para posibilitar las cuentas de Gipuzkoa y los cerrados en torno a las cuentas de Araba y Gasteiz por jeltzales y populares en diciembre y enero, respectivamente. Todos esos acuerdos, hasta una decena, han tenido además un denominador común: la presencia del PNV, en una traslación de la responsabilidad de gobierno y liderazgo del país a todas y cada una de las principales instituciones y ejes socioeconómicos vascos con el fin de asentar las bases para la recuperación económica y el mantenimiento del desarrollo social de Euskadi. Responsabilidad y liderazgo que tienen asimismo reflejo en la labor de engarce que el Gobierno vasco, con la implicación personal del lehendakari, y el PNV vienen realizando en el ámbito de la pacificación.