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La Iglesia debe reaccionar

La dura acusación por parte del Comité de los Derechos de los Niños de la ONU al Vaticano de mirar hacia otro lado en los casos de pederastia y abusos a menores debe ser el punto de inflexión para un cambio de actitud

EL durísimo informe del Comité de la ONU para los Derechos de los Niños hecho público la semana pasada supone mucho más que un toque de atención a la Iglesia católica por el escándalo de los abusos sexuales a menores a manos de sacerdotes y religiosos. El organismo internacional ha pedido al Vaticano que entregue a los pederastas a la Policía y abra sus archivos para conocer a culpables y a encubridores de los crímenes con el fin de ponerlos a disposición de las autoridades. La ONU reconoce que no puede cuantificar el número real de niños que han sido víctimas de los abusadores, pero sí se atreve a decir que han sido "decenas de miles de casos" en todo el mundo desde los años 60 hasta hoy. Lo que revela la investigación es que este execrable delito sobre la parte más débil de la sociedad se ha producido de manera sistemática y ante el silencio, cuando no encubrimiento, de la Iglesia, una actitud rayana en la complicidad, sin duda, favorecedora de la impunidad de los culpables. El informe emite dos acusaciones gravísimas contra la Iglesia católica: no haber reconocido "jamás" la magnitud y la dimensión de los crímenes y no haber adoptado las medidas necesarias para proteger a los menores. No hay que olvidar que las conclusiones del informe son vinculantes para la Iglesia, como Estado firmante de la Convención de los Derechos de los Niños de 1990. La naturaleza del delito en el ámbito de una institución como la Iglesia es particularmente grave a los ojos de una sociedad a la que acostumbra a interpelar con juicios morales que no se ha aplicado a sí misma. Es cierto, como ha sostenido la diplomacia vaticana en su defensa, que la Iglesia no puede responder por los delitos que cometen los católicos en el mundo pero sí es responsable cuando "transfiere de una parroquia a otra, o a otros países, a abusadores bien conocidos" o elige "proteger la reputación de la Iglesia y a los responsables por encima del interés supremo de los niños", como denuncia la ONU. Su incapacidad para hacer limpieza con este asunto fue una de las razones que precipitaron el adiós de Benedicto XVI. Dentro de los aires renovadores traídos por el Papa Francisco se encuadra la creación de una comisión para luchar contra la pederastia. Cumplir con las recomendaciones de las Naciones Unidas será una buena prueba de que la Iglesia ha entendido el mensaje.