ES la apelación al pasado en común frente a la negación de derechos históricos. El reconocimiento de que la decisión es potestad "única" de quien pretende decidir por sí mismo frente al intento de imposición ventajista de una mucho más amplia demografía estatal. La apremiante petición al resto del Estado para que solicite un futuro conjunto y plantee sus bondades frente a la excitación de los más extremos sentimientos patrios y la descalificación del futuro por separado y sus posibilidades de colaboración. La utilización de las capacidades -también mediáticas- del Estado para apelar a la cordialidad de la unión frente al abuso amplificado por los medios estatales de perversas acusaciones. La admisión del efecto de la independencia ajena en la fortaleza del Estado propio frente al empeño por magnificar la presunta inviabilidad de un nuevo proyecto nacional... Es el primer ministro británico, el conservador David Cameron, su discurso ante la posibilidad de que la independencia gane el referéndum del próximo 18 de setiembre en Escocia; frente a la derecha española que hoy por hoy lidera el presidente Mariano Rajoy y su negativa siquiera a contemplar cualquier opción de acuerdo respecto al derecho a decidir en Catalunya y, por supuesto, en Euskadi. Es, asimismo, la comparación entre la prolongada tradición democrática de la política y las instituciones británicas -incluida la propia Corona- y el corto trayecto por los derechos y las libertades de ciertas ideologías políticas e instituciones -incluida la monarquía- de un Estado, el español, que no sabe lo que es vivir cuatro décadas, en dos tiempos, en democracia. El discurso y la actitud del primer ministro británico surge precisamente de su convicción política e ideológica de unidad británica bajo la union jack, pero lo hace, eso sí, con la intención de repetir la estrategia de Canadá con Québec en 1995 e invertir la tendencia de las últimas siete encuestas, que constatan un crecimiento constante (de cinco puntos) del sí a la independencia y un descenso proporcional del no con un amplísimo porcentaje de indecisos. Pero contribuye a dar el verdadero nivel democrático de quienes rigen España y dirigen, envueltos en la rojigualda, a los españoles por una senda totalmente opuesta a la que Cameron ha elegido y pone a disposición de escoceses y británicos.