SI hay una palabra que defina de forma clara la reacción generalizada al contenido del documento de ETA dado a conocer ayer y en el que la organización ar-mada se reafirma en el abandono de la lucha armada -decisión respaldada, según ese texto, por el 80% de su militancia-, esa es indiferencia. No es que esa "comunicación interna" de ETA carezca de valor, sino que no supone novedad alguna con respecto a los últimos comunicados tanto de la propia organización como del colectivo de presos y expresos e incluso de declaraciones de la izquierda abertzale. El documento -fechado en diciembre, dirigido, en principio, a sus bases y parte de cuyo contenido fue difundido ayer por Gara tras la "utilización" que, asegura, han hecho del texto algunos medios de comunicación después de que fuera intervenido por la Guardia Civil en la última operación judicial contra los interlocutores del EPPK- tiene un aspecto positivo y otro, que no lo es en absoluto. Al menos, lo que se ha filtrado. Por una parte, es innegable la importancia del resultado del debate en el seno de ETA sobre "las decisiones tomadas estos años", que -se supone- viene a ser la "renovación estratégica" entre la que se encontraría el abandono de la lucha armada. Un 80% de apoyo y un insignificante 4,2% de votos contrarios a la ponencia oficial dan cuenta del abrumador respaldo con que cuenta la nueva línea estratégica. Ello, unido a la decisión de "no crear estructura militar alguna", supone un alivio para la sociedad y cierta garantía de que el proceso es irreversible y no tiene marcha atrás. Pero eso la sociedad vasca ya lo daba por hecho e incluso por amortizado. Lo que exige la ciudadanía, incluso con mayor consenso que ese 80% del que presume ETA, es que la organización desaparezca de una vez y para siempre. Y aquí está la parte inquietante del documento, ya que la organización aún armada se arroga una función con un objetivo claramente político: que "las iniciativas de ETA respondan al reto general de llevar a término el proceso de cambio y transición a realizar en Euskal Herria". Según ETA, "resulta fundamental que las fuerzas independentistas desarrollen una estrategia eficaz". La organización siempre ha tenido la tentación de dirigir y tutelar cualquier iniciativa o vía política. Se equivocará si -como se deduce del texto- vuelve a intentarlo. Solo le queda ya un camino: la disolución.
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