El label del nuevo tiempo
La aprobación de los presupuestos en tres de las cuatro instituciones principales de nuestro país certifica la apertura de la política a la cultura del pacto, que otorga estabilidad para la recuperación económica y debe extenderse más allá de la misma
LA aprobación ayer de los presupuestos para 2014 en tres de las cuatro instituciones principales de nuestro país -Gobierno vasco, Diputación de Bizkaia y Diputación de Araba-, a la espera de que las Juntas Generales de Gipuzkoa hagan lo propio el lunes, supone el certificado, el label, del nuevo tiempo de búsqueda y consecución de consensos que el lehendakari Iñigo Urkullu se empeñó en impulsar y ha venido entretejiendo desde su investidura hace un año. Asimismo, constata que si ya entonces no resultó posible dotar al país de similar estabilidad presupuestaria para afrontar la recta final de la crisis y el inicio de la recuperación, se debió a la anteposición de algunos intereses particulares a las necesidades generales de Euskadi. Y confirma al PNV como la formación indispensable alrededor de la que se encardina la gobernabilidad de nuestro país, dado que han sido los jeltzales quienes han cerrado acuerdos diversos con todas y cada una de las otras tres principales fuerzas políticas presentes en las cámaras de representación vascas: con el PP en Araba, con Bildu en Gipuzkoa y con PSE y PP en Bizkaia y en el Parlamento Vasco. Ese ejercicio de responsabilidad compartida dota en cualquier caso al entramado institucional vasco de consistencia en un momento clave de la reactivación económica ahora que prácticamente todos los agentes coinciden en señalar un crecimiento cercano al 1% para el próximo ejercicio y dibuja una imagen de solvencia política y equilibrio social que exportar más allá de nuestras fronteras. Pero, además de todo ello, la instauración de la cultura del pacto entre diferentes, cerrando así décadas de confrontación y aislamiento mutuo en virtud de diferencias ideológicas que aun siendo legítimas nunca deben condicionar la gobernación hasta el punto de afectar al bien común; se constituye también en aval de que la diversidad y transversalidad de los acuerdos es posible -debe serlo una vez superada la violencia que ha marcado dramáticamente a nuestro país durante décadas- en los otros grandes ejes que la sociedad vasca marca y exige a sus representantes políticos: pacificación y normalización, por un lado, y decisión sobre el modo de relación de Euskadi con el Estado, por otro.