AÑO a año, las cifras que arroja la violencia contra las mujeres y sus irreparables consecuencias golpea las conciencias y las sensibilidades de toda la sociedad, que observa, entre el desasosiego y la vergüenza, la incapacidad de los poderes públicos para frenar esta lacra e impedir que decenas de mujeres padezcan este tipo de terrorismo y mueran a manos, en muchos casos, de sus parejas o exparejas. En lo que va de año, son ya 45 las mujeres que han perdido la vida en el Estado español a consecuencia de la violencia machista. Durante toto el año 2012, las fallecidas fueron un total de 61. El último episodio de una mujer asesinada tuvo lugar el sábado en Madrid en un caso de libro no solo de violencia machista, sino de fallo clamoroso del sistema que debe protejer a las mujeres, una obligación legal y moral en la que la Adinistración está fallando de forma clamorosa. En este caso, el agresor acumulaba nada menos que doce antecedentes por malos tratos y quebrantamientos de condena, once de ellos con respecto a su expareja a la que acabó asesinando, con la que tenía una orden de alejamiento que, obviamente, tampoco cumplió. Además, había anunciado de forma reiterada su intención de acabar con la vida de esta mujer. Un caso que, por su proximidad al Día internacional contra la violencia hacia las mujeres que se celebra hoy en todo el mundo, debería invitar no ya a una profunda reflexión sobre los protocolos y medidas que se están tomando para evitar esta lacra, sino a abrir la puerta a otras medidas que aumenten la eficacia e impidan, de facto, las agresiones. Es evidente que, sobre todo en los últimos años, los poderes públicos han tomado conciencia de la magnitud del grave problema que, como sociedad, tenemos con respecto a la violencia machista, con el agravante, además, de que está muy instalado incluso en las generaciones más jóvenes, que asumen roles inaceptables. Todas las administraciones -desde los ayuntamientos a los distintos gobiernos, pasando por jueces, cámaras legislativas y fuerzas de seguridad- y también el mundo educativo asumen el reto pero no parece que acierten con la fórmula idónea, probablemente porque a día de hoy no existe un método único para una casuística tan heterogénea. El reto, en un día como hoy, es asumir el compromiso global de encontrarlo, profundizando en sus causas y revisando todos los sistemas en vigor.
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