"EL cambio ha llegado". Con esta rotunda frase, que no escondía el claro mensaje en forma de declaración de principios, Barack Obama celebraba ante los suyos la histórica y brillante victoria que, hace ahora cinco años, abría las puertas de la Casa Blanca al primer presidente negro de los Estados Unidos. El joven senador se convertía así en la gran esperanza para millones de personas, tanto dentro como fuera de su país, a quienes transmitía, con un lenguaje propio y novedoso, frescura, optimismo, ganas de cambiar las cosas y grandes dosis de ilusión por el futuro. Obama asombraba e ilusionaba al mundo. Un lustro después, y pese a su reelección de hace un año, el presidente norteamericano está cada vez más cerca de ser recordado no como el gran líder que logró el sueño de cambiar su país y el mundo, sino como la gran decepción para millones de personas, como una promesa que, una vez materializada, queda incumplida. Los datos son elocuentes: antes de su reelección, Obama contaba con el apoyo del 70% de los norteamericanos mientras que ahora su popularidad ha caído en picado hasta el 42%. Y nada puede garantizar que no siga cayendo. "Si actuamos con audacia y previsión, podremos contar a nuestros nietos que ésta fue la época en que ayudamos a forjar la paz en Medio Oriente. Ésta fue la época en que enfrentamos el cambio climático y aseguramos las armas que podrían destruir a la raza humana. Ésta fue la época en que derrotamos a los terroristas globales y llevamos oportunidades a los rincones olvidados del planeta". Estos eran los principios, las ideas-fuerza, las bases fundamentales, que llevaron a Barack Obama a la presidencia del país más poderoso de la tierra. No sería difícil concluir que, cinco años después, sus promesas se han quedado por el camino. No lo ha tenido fácil, desde luego. La dura oposición de los republicanos, entregados a la estrategia fanática, obstruccionista y en muchos casos irresponsable del Tea Party, no le ha dado tregua pese a que ha tenido que enfrentarse a una durísima crisis económica. El cierre del gobierno, que dejó sin trabajo a miles de funcionarios durante varios días, ha sido el último capítulo pero no será el último en este acoso y derribo a Obama, mientras que su gran triunfo -parcial- es la reforma sanitaria. Escaso bagaje para quien aspiraba a ser el líder del mundo.