EL expresidente del Gobierno español José María Aznar parece haberse convertido en el prototipo más claro de personalidad que, una vez agotada su etapa, no solo se resiste a irse del todo o a ceder a la tentación de dar su opinión sobre los temas más variados, sino que pretende marcar la agenda, la política y las estrategias de su sucesor o sucesores y no repara para ello incluso en medios para manipular o tergiversar la realidad con el objetivo de lavar su imagen y su pasado, aun a costa de deteriorar y desgastar a quien ostenta posteriormente el cargo. Como, en efecto, nunca ha terminado de irse, son públicamente conocidas las ideas de Aznar y su desafección por su otrora delfín -a quien, con la intención de dejar todo atado y bien atado, puso a dedo al frente del PP para que le sucediera en la Moncloa-, a quien no pierde ocasión de poner en entredicho. Ahora, quien fuera uno de los protagonistas del trío de las Azores que nos metió, utilizando la mentira, en una guerra ilegítima contra Irak, ha publicado la segunda parte de sus memorias (tituladas El compromiso del poder) en el que vuelve a dejar claras sus conocidas posiciones. Uno de los aspectos más relevantes es su confesión de que los servicios de inteligencia en ningún momento le transmitieron que ETA estaba detrás de los atentados del 11-M, pese a que tanto su partido como su gobierno se empeñaron, en contra de todas las evidencias, en apuntar a la organización terrorista como la autora y aun hoy insisten en sembrar todo tipo de dudas. Es tal la chulería de Aznar que se permite el lujo de reproducir en su libro, en un capítulo titulado Mis diarios del 11-M, la conclusión del informe que le hizo llegar el entonces director del CNI, Jorge Dezcallar, dos días después de los atentados contra los trenes: "No estamos en condiciones de respaldar o rechazar ninguna de las dos grandes alternativas en presencia" -es decir, la autoría islamista y la de ETA-. Lo que no explica el expresidente español es porqué entonces, si ni los servicios secretos españoles ni norteamericanos tenían certeza de quién era responsable de tan terrible matanza autorizó extender el bulo sobre ETA. Evidentemente, la respuesta solo puede ser una: desoyó al CNI para utilizar de forma partidista un atentado terrorista e intentar ganar, así, las elecciones. Toda una declaración de principios.