LA manifestación del domingo en la plaza de Colón ha dejado damnificado, contra sus propias expectativas, al Partido Popular. No le ha servido al partido del Gobierno español el intento de ponerse de perfil ante la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo. Los ministros del Interior y Justicia pretendieron en su rueda de prensa conjunta que el coste de esa sentencia lo girase la opinión pública hacia el poder judicial, al que identificaron como origen de la doctrina Parot y al que señalaron como responsable de su derogación. Eludieron con ello la principal responsabilidad de los políticos en democracia, que es servir de vínculo entre el funcionamiento, muchas veces farragoso, del Estado y sus estructuras y el conjunto de la sociedad, de la que emanan sus poderes y a la que están obligados a rendir cuentas con honestidad y diciendo la verdad. No se ha hecho así en el caso de la relación sostenida del PP con las organizaciones de víctimas del terrorismo, a las que alimentaron más allá de su natural función de representación de los intereses de esas víctimas y cuya acción acompañaron e incluso orientaron en el pasado como herramienta política. A las víctimas de ETA se les ha dicho lo que se entendía que querían oír o lo que más conveniente resultaba a una cierta línea de actuación política, pero no necesariamente la verdad. La verdad la dijo el viernes la Audiencia Nacional cuando recordó que la jurisprudencia del TEDH "marca el canon o estándar internacional en el reconocimiento y protección de los derechos humanos fundamentales en Europa (...) y constituye además el fiel de la balanza que sirve de referencia para calibrar la calidad del Estado de Derecho de sus países miembros". Ese fiel de la balanza es el que María Dolores de Cospedal calificó ayer de "tribunal de fuera" que "desvirtúa la ley española". Si a un colectivo se le alimenta de mentira, se revuelve contra la primera verdad. El domingo, el PP tuvo que experimentar en primera persona el trato que él mismo animó a dispensar a sus rivales políticos por parte de lo más exaltado de la derecha española y las asociaciones de víctimas. Cómo han pasado de ser aliados a ignorantes, como los describía ayer la secretaria general del PP, es algo que deberá analizar.