ESTÁ llegando a cero la cuenta atrás de los presupuestos del gobierno federal estadounidense, que maneja como una espada de Damocles la fecha del jueves 17. Entonces, los vencimientos de deuda obligarán a la administración del presidente Barack Obama a suspender actividades o pagos.

Cualquiera de las dos opciones tienen implicaciones muy negativas que trascienden las fronteras de la Unión. Tanto es así que los organismos económicos internacionales empiezan a mostrarse sinceramente preocupados por las consecuencias y así lo hizo saber hace unos días el Fondo Monetario Internacional, al instar a los partidos Demócrata y Republicano a superar las diferencias en las Cámaras legislativas.

No es la primera vez que Obama tiene que afrontar un escenario de bloqueo consciente e interesado. En 2011, año preelectoral de la primera legislatura del demócrata, el bloqueo político llegó hasta el mismo punto que hoy. La solución llegó por un cambio de estrategia política de la oposición republicana por la expectativa de que el giro de esa factura tuviera el efecto contrario al buscado: mostrar las limitaciones de acción del presidente a un año de las elecciones podría no compensar los costes humanos y económicos de suspender pagos.

Entonces, el coste fue la ralentización de la recuperación económica de Estados Unidos y el deterioro de valoración de la deuda de la primera potencia mundial, que vio rebajarse su rating. Hoy, el cálculo es que una suspensión de pagos volverá a cuestionar la credibilidad de Washington ante los inversores internacionales y ese es un efecto que no está asociado a este presidente sino al mismo sistema de decisión que permite que una pugna de naturaleza ideológica afecta a este extremo a la economía interna e internacional.

Se calcula que si Obama tiene que suspender pagos porque no se le autoriza un nuevo techo de deuda el coste en términos de PIB puede ser del 0,4%, lo que acercaría a la economía de EE.UU. al estancamiento, con el efecto que el esa situación tendría en todo el flujo de los proveedores extranjeros y la contracción interna de la capacidad de gasto de los propios estadounidenses, que podrían verse afectados por las dudas de la banca a facilitar crédito. Algo de eso conocemos por aquí.