EL anuncio por parte del PSE de que pretende presentar una moción de censura contra el diputado general de Gipuzkoa, Martín Garitano, a sabiendas de que no tiene recorrido alguno es fruto de las urgencias propias de la estrategia socialista aunque tiene la virtualidad, también, de hacer visible la inmensa soledad política e institucional en la que se encuentra Bildu. Esta moción frustrada viene precedida por otra de reprobación presentada también por los socialistas guipuzcoanos contra el diputado foral de Innovación, Jon Peli Uriguen, y retirada de forma sorpresiva el miércoles en vísperas de debatirse en las Juntas Generales, pese a que contaba con el apoyo de PNV y PP. Probablemente, esta retirada no muy bien explicada provocó que solo dos días después el PSE, con igual nivel de sorpresa y falta de consenso y cocina previa, anunciase que quiere presentar una iniciativa para quitar a EH Bildu la Diputación de Gipuzkoa. No cabe duda de que el reciente pacto entre los socialistas y el PNV ha abierto una nueva etapa en las relaciones políticas en Euskadi. Es en este contexto en el que hay que entender la actitud del PSE, que se encuentra en la tesitura de tener que explicar este acuerdo con los nacionalistas y, al mismo tiempo, que su apoyo ha sido el que mantiene a Martín Garitano tras haber llegado con él a un pacto fiscal y haber facilitado la aprobación de los pasados presupuestos forales. Los socialistas tratan, así, de escenificar su cambio de postura y la ruptura de su relación con Bildu por una apuesta de más largo recorrido y más coherente con su tradición pactista. Sin embargo, para ello quiere utilizar una figura, la moción de censura, que tiene sus propias reglas y nunca puede responder a intereses partidistas. Y es evidente que no se dan las condiciones para formar un frente anti-Bildu en un territorio en el que tuvo un más que estimable apoyo popular. El PNV -cuyo concurso es imprescindible incluso para registrar la posible moción de censura- ya ha dejado claro que no entrará a ese juego y que apuesta por la estabilidad institucional. De todos modos, Bildu está dejando patente, más allá de demagogias de manual, su incapacidad absoluta para liderar Gipuzkoa, para llegar a acuerdos con los demás partidos y para plantear políticas que sirvan a los ciudadanos y empresas para hacer frente a la crisis.