EL cierre de los acuerdos entre el Gobierno vasco, Eudel y las diputaciones forales para el reparto del incremento del déficit con la definición del destino de los recursos destinados a Araba (30 millones), del mismo modo que ya había sucedido con los gobiernos forales de Bizkaia y Gipuzkoa, concreta el cambio de panorama y horizonte institucional y político que bajo el liderazgo del lehendakari Iñigo Urkullu se ha producido en la Comunidad Autónoma Vasca en apenas cinco meses. Si en abril la imposibilidad de cerrar acuerdos con la oposición obligó a Urkullu a decretar la prórroga presupuestaria con la prevención de que dicho bloqueo pudiera enquistarse también de cara al próximo ejercicio, desde entonces ha sacado adelante los dos ámbitos de acuerdo que propuso, dotando al país de una estabilidad institucional tan imprescindible para poner en práctica políticas anticrisis y de impulso del crecimiento económico como improbable cuando accedió al Gobierno tras su triunfo electoral hace menos de un año. Y lo ha logrado además implicando entre los dos ámbitos de acuerdo, la mesa de diálogo multipartito y la mesa interinstitucional, a las cuatro esquinas de la política vasca. Cierto es que en la mesa de diálogo entre partidos el acuerdo se ha cerrado de momento únicamente entre PNV y PSE, pero no lo es menos que esa suma otorga un suelo suficiente en lo presupuestario y, por tanto, para la gobernabilidad y que, además, tanto EH Bildu como el PP han evitado un rechazo absoluto del pacto fiscal y dejado una puerta abierta a sumarse a partes del mismo cada cual en el territorio en el que no gobierna. Quizás haya quien, con base en el pasado todavía reciente y a riesgo de quedarse anclado en él, pueda considerar este avance menor, pero obviaría que el mismo alcanza otra dimensión con la concreción del acuerdo de todas las diputaciones en la mesa interinstitucional, con lo que el Gobierno Urkullu ha logrado encauzar ámbitos de entendimiento multibanda a través de las dos mesas entre las cuatro principales sensibilidades ideológicas del país, contribuyendo entretanto al desbastado del lenguaje político y a un deshielo de las reticencias que aún subsisten tras impedir durante lustros unas relaciones transversales normalizadas.