MÁS allá de las aristas del debate parlamentario y la visualización de las distancias entre formaciones políticas, llevadas en ocasiones por su propia trayectoria a destacar la diferencia en el detalle sobre el consenso en lo esencial, el primer pleno de política general del lehendakari Iñigo Urkullu constató ayer, tanto en las coincidencias como en las discrepancias, el nuevo tiempo que el país exige a la política vasca, obligada a readecuar sus relaciones con el fin de rediseñar el futuro de Euskadi. Las propias necesidades de la política, en su afán por recuperar niveles de confianza ciudadana a través de la eficacia en la resolución de los problemas, así lo requieren. Y dicha eficacia, dada la pluralidad que una y otra vez muestran las elecciones vascas, demanda acuerdos que únicamente pueden alcanzarse mediante diálogo y una flexibilidad que no debe significar renuncia a los principios ideológicos y formales de cada una de las cuatro grandes sensibilidades políticas que engloba la sociedad vasca. Acuerdos en el ámbito socio-económico, constatado como reconoció el propio lehendakari Urkullu que 2013 se cerrará con una caída del 1,2% del PIB y veinte mil parados más; pero también que dicha curva negativa inicia un cambio de tendencia que debe consolidarse el próximo año, para lo que la estabilidad política e institucional, la concertación de las políticas económicas entre formaciones e instituciones, es base imprescindible. Y ello conlleva necesariamente diálogo y flexibilidad -también respeto universal a los opiniones y derechos del otro- para normalizar las relaciones interpartidarias, dado que la pluralidad se extiende también a las responsabilidades institucionales y que las diferencias de criterio en este campo entre unas y otras no asoman insalvables. Alcanzado ese cierto grado de normalización en la discusión política en el ámbito socio-economico y ante la posibilidad de alcanzar incluso consensos multibanda, su extensión a otros capítulos en los que la sociedad vasca demanda acuerdos se antojaría más probable que imposible, a pesar de las resistencias que aún se hacen patentes. Y entonces no cabe excluir de este nuevo tiempo y de ese abanico de necesidades de país a resolver, la de la adecuación del estatus político de Euskadi y su relación con el Estado.