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Limones amargos, por Txema Montero

Isla estratégica, de paso y de conquista, Chipre zozobra hoy en las aguas de la crisis, arrastrada por la historia que alumbra su carácter nacional y su apuesta por el asentamiento de capitales 'low cost' y aferrada a los yacimientos de gas y petróleo que rodean su costa

UNA isla de limones amargos. Así definió Chipre el escritor inglés Lawrence Durrell en el poema que daba título al libro en el que recogió sus vivencias como residente y funcionario colonial británico en los años previos a la independencia de la isla (1960).

Chipre, tan de actualidad hoy, dio en su día nombre al cobre que allí se extraía. Es una isla pequeña con algo más de un millón de habitantes y dos comunidades, griega y turca, separadas por el penúltimo muro de Europa; el otro permanece levantado en Belfast y supone un recordatorio de que la paz no se asienta hasta que los corazones sectarios se aquietan. El muro chipriota se levantó después de la frustrada tentativa por parte de la comunidad greco-chipriota de incorporarse a Grecia, proceso que se llamó Enosis (Unión) y que motivó la intervención del ejército turco en salvaguarda de su comunidad, reagrupándola al norte de la isla mientras el sur, también dividida la capital Nicosia, agrupaba a los greco-chipriotas.

"Siervs rusos"

De nuevo observamos las secuelas de un proceso descolonizador mal ejecutado. Es cuento largo. Ya en 1887, el funcionario colonial inglés W. Hepworth Dixon, advertía en su informe Chipre Británica que "Bajo el dominio otomano -ocupantes de la isla anteriores a los británicos-, los representantes del pueblo tenían mayoría de votos. Bajo el dominio inglés, los representantes del pueblo han sido excluidos totalmente. Antes, los chipriotas tenían la decisión sobre sus asuntos en la misma proporción que el pueblo inglés; ahora son tan impotentes como una multitud de siervos rusos". Resulta llamativo que los descendientes de aquellos "siervos rusos" sean ahora propietarios del 40% de todos los depósitos bancarios de Chipre, que es además deudora de enormes créditos concedidos por una Rusia de lo más interesada en los yacimientos de petróleo y gas existentes en el mar circundante a la isla, que se estiman en un tercio de las reservas mundiales.

Sobre la importancia estratégica de Chipre escribía el mismo Hepworth Dixon: "Una raza que avance hacia Oriente tiene que partir de Chipre. Alejandro Magno, Augusto, Ricardo Corazón de León y San Luis de Francia lo hicieron así. Una raza que avance hacia Occidente tiene que partir de Chipre. Sargón, Tolomeo, Ciro, Harún-al- Rashid lo hicieron así. Cuando Egipto y Siria tenían gran valor para Occidente, también lo tuvo Chipre. Génova y Venecia, que luchaban por el comercio con la India, lucharon por Chipre y gozaron por turno de la supremacía en el país. Cuando se encontró una nueva ruta marítima a la India, Egipto y Siria declinaron en valor para las naciones de Occidente. Entonces se olvidó Chipre; pero la apertura del canal de Suez le ha devuelto de golpe al antiguo orgullo de su posición". Ahora son el petróleo y el gas. De nuevo Chipre objeto del deseo ajeno. Pero no deberíamos incurrir en el error de pensar que lo que está ocurriendo en Chipre es solo responsabilidad de la codicia extranjera.

Chipre creyó ver en el asentamiento de capitales low cost una fácil fuente de ingresos para que una reducida población se beneficiara, con nada de esfuerzo, mediante la estratagema de constituirse en hucha de dineros ajenos. Si la historia es la lámpara que ilumina el carácter nacional, la de Chipre, vaivén de invasiones y ambiciones, habría decantado el temperamento chipriota descrito de cruda manera por Hepworh Dixon: "Lo que eran son y lo que son eran, un pueblo indolente, negligente y mimético, pero sin una chispa del fuego turco, sin un toque del buen gusto griego. Sin belleza corporal ni sentido de la belleza espiritual; sin inquietud personal ni orgullo de su origen; sin grandes aspiraciones, ni destreza manual práctica, viven en estado de pureza, como criaturas de tipo inferior que se aferran a la vida por la vida misma; voluptuosos del sol y del mar que se mantienen, por simple tenacidad animal, a través de las tempestades que han destrozado a las razas más nobles de la humanidad".

A falta de mejores ideas, los dirigentes políticos chipriotas se pusieron a imitar. Si las islas del Canal de la Mancha, Jersey o Guernsey, si la isla de Man, si las atlánticas islas de Irlanda o Islandia habían dado con la fórmula mágica de establecer impuestos de sociedades bajos y retribuciones altas para los depósitos bancarios y así conseguir atraer capitales; por qué no hacer lo mismo en otra isla, del mediterráneo oriental, tan bien situada y mejor relacionada, con Grecia y Rusia como principales clientes. El ingreso en la Unión Europea (2004) y la incorporación al euro (2008) otorgó pátina de credibilidad a la economía chipriota y posibilitó que afluyera dinero a sus bancos hasta alcanzar la cifra de 126.000 millones de euros, 7 veces su PIB, situación similar a la de Irlanda antes de su rescate, y más del doble de la media comunitaria. Los bancos y empresarios rusos tienen depositados 24.000 millones en Chipre. Se trata de un capital mayoritariamente evadido de Rusia que Putin pretende repatriar presionando al Gobierno de Chipre con la devolución de los préstamos concedidos por el Gobierno ruso y la paralización de un contrato para explotar los yacimientos de petróleo y gas existentes en las proximidades de la isla. El corralito impuesto en Chipre a los depósitos bancarios, las detracciones de hasta un 50% en los activos superiores a 100.000 euros, la limitación de transferencias de capitales al extranjero, deberían hacer reflexionar a los especuladores sobre las nefastas consecuencias de invertir en paraísos fiscales de nuevo establecimiento como Chipre. Y resulta que ahora las islas, a excepción de las británicas de Man, Jersey o Guernsey, gabarras del portaaviones financiero americano en Europa que es la City de Londres, entran en crisis como depositarios de capitales volátiles mientras engordan los paraísos fiscales de toda la vida, Mónaco, Luxemburgo, Suiza, bien asentados en la tierra firme del interés de las grandes fortunas tradicionales. De haber conocido los especuladores arribistas la cultura local, habrían quedado advertidos por aquella canción turco-chipriota que previene: "Si vienes a Kerínia, no atravieses las murallas. Si atraviesas las murallas, no te quedes mucho tiempo. Si te quedas mucho tiempo, no te vayas a casar. Pero si te casas, no tengas hijos".

Islas y 'golondrinas'

Estos días, los atribulados chipriotas confirman la realidad de su proverbio: "Los desdentados siempre reciben la costra más dura". Los dirigentes del Centro y Norte de Europa, decisorios en el Banco Central Europeo, han experimentado con ellos una nueva política de rescate bancario. Aunque no lo confiesen, la "solución chipriota" es que a partir de ahora cada país rescatado pagará parte de la ayuda que obtenga con el dinero de los clientes de los bancos en crisis. Se penaliza así a los ahorradores por lo errores de los directivos bancarios o de sus autoridades políticas y monetarias. Lo tremendo es que la fallida experiencia chipriota se pretende ahora reproducir en Malta, otra isla miembro de la Unión Europea, a donde empiezan a trasladarse los capitales especulativos. La nueva maldición de las islas.

Los capitales financieros de paso, también llamados golondrinas, han resultado ser limones amargos para los chipriotas. Estos olvidaron que el único lugar donde éxito viene antes que"trabajo es en el diccionario y ahora pagan quienes no deben por lo que sus sabihondos líderes decidieron "En una isla de limones amargos. / Donde arden las frescas fiebres lunares /Y la rizada testa del mar griego / Conserve sus calmas como lágrimas no vertidas. /Como lágrimas no vertidas" (Lawrence Durrell).