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Gaza, una tregua en cuarentena

El acuerdo entre Israel y Hamás debe tomarse con prudencia a la vista de los hechos y de la historia reciente, incluido el alto el fuego de seis meses, roto por ambas partes en numerosas ocasiones, que precedió a la invasión de hace cuatro años

LOS esfuerzos de la administración estadounidense, con Hillary Clinton a la cabeza, de la ONU y del gobierno egipcio de Mohamed Mursi -el silencio de la UE confirma, una vez más, su irrelevancia diplomática en el concierto mundial- para detener los ataques de Israel sobre la Franja de Gaza y el lanzamiento por Hamás de cohetes sobre Israel parecen desembocar, según fuentes de ambas partes, en una precaria tregua que en cualquier caso reitera las limitaciones que la comunidad internacional evidenció en los prolegómenos de la invasión que, conocida bajo el nombre de Operación Plomo Fundido, Israel desplegó entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de 2009. Es más, todos los esfuerzos diplomáticos se han encaminado a tratar de evitar una nueva operación terrestre como aquella, la más sangrienta en décadas en el perenne conflicto israelo-palestino. Sin embargo, tras casi centenar y medio de muertos en Gaza, gran parte civiles; y al menos cinco fallecidos en territorio israelí por los cohetes islamistas, que han llegado a alcanzar Tel Aviv; la disposición a la tregua de ambas partes debe ser puesta en cuarentena a la vista de los hechos y de la historia reciente, incluyendo el alto el fuego de seis meses, roto por ambas partes en numerosas ocasiones, que precedió a la invasión de hace cuatro años. En primer lugar, Benjamin Netanyahu y su gobierno, especialmente su socio, el ultraconservador Lieberman; son todo menos ajenos al fuerte apoyo popular (del 85%) que posee la intervención sobre Gaza a apenas dos meses de las elecciones israelíes y conocen perfectamente la incidencia que la invasión de diciembre de 2008 tuvo en los resultados de las elecciones de febrero de 2009. Y Hamás, por su parte, está muy interesado en desactivar la vía del reconocimiento -siquiera parcial- por la ONU iniciada desde la Autoridad Nacional Palestina de Mahmud Abbas, iniciativa que empezaba a cuestionar el liderazgo islamista entre la población palestina. Sin olvidar la influencia -por no decir paternidad- iraní en el movimiento que lidera Ismail Haniye y el hecho de que un conflicto en la frontera sur de Israel distraería a Tel Aviv en su declarado empeño por acabar al precio que sea con el programa nuclear que desarrolla Teherán.