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De problema judicial a conflicto diplomático

La decisión de Ecuador de conceder el asilo diplomático a Julian Assange supone un desafío implícito a Estados Unidos y Gran Bretaña que complica aún más el futuro del fundador de Wikileaks y abre otra brecha en el convulso orden mundial

EL presidente de Ecuador concedió ayer asilo diplomático a Julian Assange, el fundador de Wikileaks, el portal de internet que ha desvelado miles de informaciones secretas sobre la seguridad de varias potencias mundiales, especialmente Estados Unidos. La noticia ha convulsionado aún más el panorama internacional. Los códigos no escritos que guiaban las relaciones supranacionales han saltado por los aires. La decisión de Rafael Correa supone un desafío a dos de los intocables de ese orden mundial, norteamericanos y británicos, y relanza el frenteantiimperialista en el que se alinean países como Venezuela, Bolivia o Irán. Estados Unidos ha tenido que soportar más de un sonrojo por el comportamiento de sus tropas en países como Afganistán, desmanes conocidos gracias a las revelaciones de la empresa de Assange. Si el periodista-hacker australiano teme a alguien es al Gobierno norteamericano, que podría condenarle a la pena de muerte por la revelación de secretos militares. Gran Bretaña, país donde se encuentra la embajada ecuatoriana en la que se refugia Assange, tampoco lo tiene fácil para salir airoso de este compromiso. Ni puede extraditarle a Suecia, tal como le habían demandado, ni puede darle el salvoconducto que exige Ecuador para que se desplace a Suramérica, ya que le enfrentaría directamente con Estados Unidos, algo que parece muy improbable, por no decir imposible. La tercera posibilidad -más una salida de tono que otra cosa- pasaría por que agentes británicos asalten la embajada y arresten al polémico personaje. El conflicto diplomático sería mayúsculo. Ante esa opción, cabe preguntarse si los ingleses asaltarían en un caso similar, por ejemplo, otras embajadas como la de Rusia, Irán o Irak, por colocar tres simples ejemplos. Lo que parecía un entuerto judicial se ha convertido en un conflicto diplomático cuya resolución no será fácil ni pronta. Un conflicto en el que falta luz en demasiados puntos clave. El primero, la propia acusación de la que depende el futuro del dueño de Wikileaks. Sus presuntos delitos sexuales en Suecia no están claros -la primera fiscal que llevó el caso lo desestimó- y se airearon coincidiendo en el tiempo con el punto álgido de las filtraciones. Todo en el caso Assange es digno de formar parte de una película de Hollywood de la que, por ahora, se desconoce su incierto final.