LA decisión de Fernando Llorente de no renovar su contrato con el Athletic, publicado el domingo en DEIA y ratificada ayer por el presidente Josu Urrutia, vuelve a escenificar el pulso entre la lealtad a la filosofía rojiblanca y la realidad del fútbol profesional. Ni es un debate nuevo ni será la última vez que se desate. La salida de jugadores de bandera a otros clubes de la Liga o el extranjero se repite con más o menos asiduidad. Garai, Alkorta, Del Horno, Julio Salinas, Goikoetxea o Zubizarreta forman parte de ese abanico que, por unas u otras razones, ha cambiado la camiseta a rayas por otra. Urrutia aseguró ayer que la marcha del delantero, según le comunicaron sus representantes, no se debe a las pretensiones económicas del jugador (entonces, ¿por qué llevan un año negociando?), sino a su afán por conocer nuevas competiciones (con el Athletic ha jugado tres finales -una de ellas europea- y se ha proclamado campeón de Europa y del mundo con España, entre otras experiencias deportivas). Habrá que escuchar, pues, las razones que el futbolista aduzca para no prolongar su relación con el Athletic, el club que le ha formado desde que tenía once años y José María Amorrortu le trajo a Bilbao. Sean las que sean, si pesan más que sus diecisiete años como rojiblanco, sí invitan, cuando menos, a una reflexión, sobre todo, con el grado de implicación de los protagonistas con un club que se enorgullece de ser diferente y que no actúa como el resto, al menos con la gestión del talonario y las deudas. Una reflexión que podría extenderse a la política de captación y fichaje de jugadores llamados a prolongar el gure estiloa. ¿Puede hacerse alguien del Athletic sin serlo? La extraña atmósfera que hoy rodea al club resulta preocupante, sobre todo, si se tiene en cuenta que solo han pasado tres meses de la que ha sido una de las temporadas más ilusionantes de la institución rojiblanca. El terremoto que provocó Bielsa por las obras en Lezama, estas renovaciones y algunos otros asuntos han amargado el dulce poso de la campaña anterior. El momento exige un ejercicio sincero de autocrítica. El Athletic también sobrevivirá sin Llorente, como lo ha hecho sin otros grandes futbolistas que se fueron. La duda es si el club puede sobrevivir sin la implicación real de todos por mantener los elementos diferenciadores forjados durante 114 años de historia. De ellos es la respuesta.
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