LA presencia ayer en Zumaia en la concentración de recuerdo al empresario Joxe Mari Korta, asesinado por ETA hace doce años, del diputado general de Gipuzkoa, Martín Garitano, puede interpretarse como un cambio, bien que leve, en las actitudes públicas de los representantes institucionales de la izquierda abertzale respecto al sufrimiento causado durante décadas en la sociedad vasca por la violencia de ETA y la conducta en tantos casos comprensiva y hasta cómplice de la propia izquierda abertzale. El hecho de que Garitano acudiera un año después de que se le recriminara su ausencia en el homenaje a Korta y la nutrida representación de las formaciones que se integran en Bildu -que contrastó con las ausencias socialistas y del Gobierno vasco, salvedad hecha de la directora de la oficina de atención a las víctimas del terrorismo, Maixabel Lasa- parece dar pie a pensar así. Sin embargo, no es la presencia física en este u otros actos lo que denotaría una verdadera ruptura con el dramático pasado que han venido protagonizando. El evidente esfuerzo -comprobable ayer en los ademanes de incomodidad del propio Martín Garitano- y la calculada parsimonia con que la izquierda abertzale se aparta de su trayectoria aún reciente debería ser consecuencia de un ejercicio de sinceridad y no, como parece en tantas ocasiones, simplemente resultado de la presión que la sociedad vasca ha ejercido sobre ella hasta el punto de enfrentar a la izquierda abertzale con la marginación política. Cierto es que deglutir el pasado ligado a la violencia y trocar las actitudes presionantes, cuando no coactivas, por otras de diálogo, consenso y aceptación de mayorías no debe resultar sencillo a quien ha obviado principios y derechos elementales de la democracia. Especialmente cuando en el mismo seno de la izquierda abertzale aún coexisten reticencias a esa transformación. Pero solo si esta se realiza desde un convencimiento alejado de la mera oportunidad política podrá ofrecer el nivel de credibilidad que la sociedad vasca le demanda. Y la sinceridad y el convencimiento parecen no haberse alcanzado aún. Porque la izquierda abertzale avanza en su normalización socio-política con la incertidumbre de quien camina hacia el sacrificio en lugar de con la seguridad y valentía que ha pretendido demostrar.
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