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El complejo presente de Siria

Su complicada situación geopolítica, la incursión de Al Qaeda entre los insurgentes y el terco equilibrio de fuerzas entre defensores y detractores de Al Asad condenan a la población siria a padecer un calvario indamisible en pleno siglo XXI

LAS imágenes que las agencias internacionales sirven sobre el éxodo humanitario en Siria ilustran perfectamente el calvario que la guerra inflige a niños, mujeres y hombres. El simple ejercicio mental de colocarse en su lugar, en su sufrimiento, resulta dantesco. Y eso en pleno siglo XXI. Para vergüenza de la humanidad, la vida no vale nada en Siria y nadie remedia esa locura de sangre y horror. La comunidad internacional no acaba de tomar cartas en el asunto; no pasa de las palabras. Algunos analistas internacionales llegan a mencionar el miedo para argumentar esa inacción. ¿Miedo a qué? La situación geográfica del país es de por sí una llamada de atención a la prudencia. Hay que medir mucho qué hacer y cómo hacerlo en un territorio que comparte frontera, ahí es nada, con Israel, Turquía, Líbano, Irak y Jordania. El futuro de Siria también es, en parte, el futuro de toda la región. Esa complejidad geopolítica se antoja una de las razones para que el resto del mundo se tiente la ropa antes de actuar en ese avispero. La incursión de Al Qaeda en el conflicto, cuyos miembros podrían estar mezclándose entre los insurgentes no se sabe muy bien para qué, pero seguro que para nada bueno, tampoco ayuda. El difícil equilibrio de fuerzas entre partidarios y detractores de Al Asad contribuye a redoblar el temor internacional. Irán, Rusia y China no han escondido su apoyo al régimen. Qatar y Arabia Saudí financian a los rebeldes y lideran la oposición al dictador. Turquía, la Liga Árabe y los países occidentales complementan ese frente, escasamente activo, contrario a Al Asad. Un ejemplo ilustrativo de la pasividad internacional lo aporta Estados Unidos. Inmerso, casi por definición, en todos los conflictos del mundo de una manera u otra, su presencia en este es, de momento, insignificante. Barack Obama delega en Hillary Clinton las declaraciones sobre el tema. Dicen, incluso, que ni los propios servicios secretos norteamericanos manejan información de primera mano sobre lo que pasa sobre el terreno. La caída de Al Asad no parece tarea fácil, ya que maneja un ejército muy poderoso y armas químicas. La batalla de Alepo, tal como admitió ayer el propio dictador, resultará crucial para el destino del país. La pregunta clave es si todas estas incógnitas, todos estos temores internacionales, pesan más que la muerte y el horror que soportan los sirios.