lA crisis económica, la incapacidad del Gobierno español para impulsar otras medidas que no sean los recortes y ese aura dictatorial que aporta la mayoría absoluta de Mariano Rajoy forman un tridente que amenaza muy seriamente a Euskadi. Los escasos siete meses de gestión del Ejecutivo central ya han exhibido varios ejemplos ilustrativos de su decidida apuesta por allanar el Estado de las autonomías con su rodillo uniformizador. La reforma electoral unilateral para que los exiliados por ETA puedan votar en Euskadi -calificada por la mayoría política y social de la CAV como "pucherazo"-, la aplicación por el artículo 33 de los recortes del Estado en Euskadi -menospreciando el Estatuto de Gernika y el Concierto- y las constantes alusiones a la culpa de las autonomías (¿todas?) en la situación económica hacen que la singularidad vasca se encuentre más amenazada que nunca desde la transición. Iñigo Urkullu, candidato del PNV a lehendakari, sintetizó ayer en un ejemplo gráfico el riesgo que supone el Gobierno Rajoy para el actual modelo de Estado: el Partido Popular quiere pasar del café para todos al todos sin café. La decisión de ordenar el Estado equiparando a todas las autonomías, como si todas fueran Euskadi, Catalunya o Galiza, se ha rebelado como un dislate histórico. Y una injusticia. La gestión ha demostrado que no todas ellas tienen la vocación ni la capacidad de consolidar un gobierno estable y eficaz para sus ciudadanos. De las consecuencias de aquel error podría brotar el siguiente, aún más injusto: como algunos han demostrado que no son capaces de autogestionarse y debe ser el Estado quien repare los daños, se desmonta el Estado autonómico. ¿Incluidas la CAV, Nafarroa y Catalunya? Todo invita a pensar que sí. El modelo actual resulta insostenible, es cierto, pero el que parece dibujar Rajoy es inasumible, al menos desde Euskadi. Quizá el único freno a Rajoy sea un Gobierno vasco fuerte, que refleje y defienda a ultranza la realidad social vasca y sus inquietudes, que reivindique la gestión realizada aquí -al menos hasta el 2009- y cuya fortaleza y respaldo alienten una segunda transición y un nuevo modelo. La reforma electoral presupone que Madrid está dispuesto a todo. La debilidad del Ejecutivo López se lo pone más fácil. Euskadi ha demostrado tener capacidad de autogobierno y responsabilidad. Le falta un gobierno fuerte.