EL próximo otoño arranca el macrojuicio con el que la justicia española espera depurar responsabilidades por el hundimiento del petrolero Prestige y el consiguiente desastre ecológico que afectó de lleno a Galicia y cuyos efectos llegaron incluso hasta las costas vascas. En el proceso judicial, en el que están personadas 2.000 partes, todos los indicios señalan al capitán del petrolero de bandera liberiana como responsable de una actuación que provocó la fuga de 77.000 toneladas de fuel en aguas del Atlántico. El caso ocupa la friolera de un millón de folios, miles de fotografías y cientos de informes; la presencia de 51 abogados y un numeroso grupo de testigos y expertos. Cifras mareantes para un proceso en el que el fiscal reclamará 2.000 millones a la naviera del barco, a la armadora y a la aseguradora. Siendo ellos los principales responsables del mayor desastre ecológico del Estado, y al margen de las trágicas enseñanzas que trajeron consigo otros casos similares como el del Exxon Valdez (petrolero que derramó el crudo que transportaba en las costas de Alaska en 1989 y cuyo accidente derivó en cambios sustanciales en la legislación medioambiental de Estados Unidos) el juicio sobre el Prestige debería poner en evidencia también los mecanismos que fallaron aquel invierno de 2002. Así, uno de los puntos más preocupantes es que la propia Justicia española no ha estado a la altura cuando ha necesitado nada menos que diez años para poner fecha a un juicio que provocó, no solo un desastre ecológico y daños millonarios sino una indignación social sin precedentes. Por otro lado, en el calor del momento, la entonces comisaria europea Loyola de Palacio logró la prohibición en toda la UE de los petroleros monocasco pero queda la duda de las condiciones en las que se desarrolla el transporte marítimo, máxime teniendo en cuenta el escaso control -y escrúpulos- de las banderas de algunos países. Y, finalmente, queda la responsabilidad política, aquella negativa del Gobierno de Aznar a reconocer el desastre, aquella frase para la historia del entonces ministro Mariano Rajoy rechazando la existencia de una marea negra y haciendo referencia a unos "pequeños hilitos" que salían del barco. Aspectos, todos ellos, que no ocuparán asiento en la sala del juicio pero que no deberían quedar en el olvido.
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