NOS acusan, sí, a usted y a mí; de haber andado los caminos del despilfarro como si fuéramos Camilo José Cela en viaje a La Alcarria con Rolls y choferesa negra. Y no solo dicen que eso es punible y las andanzas de Carlos Dívar por Marbella en compañía de nosesabequién o sísesabeperonosedice no lo son, sino que los puñeteros nos punen, del verbo punir: sinónimo malsonante de castigar aunque sin la rotundidad del sinónimo que empieza, como el segundo nombre de Don Camilo, por jota. ¡Vaya si nos punen! El porvenir es más negro que la cara -don Camilo aludiría a otra porción corporal- de Grace Jones, la actriz que hizo de Oteliña, la choferesa, cuando Cela devaluó su viaje para convertirlo vía anuncio en pesetas pagaderas por una empresa de petróleos, luego privatizada pero entonces paraestatal: Campsa (Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos Sociedad Anónima) a la que ya mucho antes, tras ser creada por la dictadura de Primo de Rivera, el ingenio de la calle transformó en "Como Acaparan Millones Primo, Sotelo y Anido"; en alusión al dictador, a José Calvo Sotelo, ministro de Hacienda; y a Severiano Martínez Anido, de Orden Público. Así que deduzcan ustedes desde cuándo punen estos. Porque aquellos son estos.

Hay, sin embargo, quien se empeña en que la factura se pague entre todos o, como dicen en Madrid, "a pachas". Y ni eso. Isabel San Sebastián, por ejemplo, reparte en ABC la responsabilidad en las espaldas de "los dirigentes de los últimos treinta años -nótese que exculpa a aquellos- y también en las de quienes aceptamos, por acción u omisión, el modelo que nos impusieron". ¿Se referirá al capitalismo? Quiá. Según ISS (tan cerca de la luna como la estación espacial internacional con que comparte siglas), la culpa es de "el estado de bienestar y las Autonomías" por, entre otras cosas, "la imposición de lenguas vernáculas en la enseñanza, que no solo ha excluido al inglés, con la honrosa excepción de Madrid, sino que ha lastrado el aprendizaje y los resultados académicos de millones de jóvenes en Cataluña, el País Vasco, la Comunidad Valenciana y Galicia, donde no se tiene la libertad de estudiar el idioma materno". Así que ya lo saben ustedes, la culpa del agujero español, negro como la choferesa, no es de una casta de gestores que convirtieron lo público en finca familiar, sino del euskera, el catalán o el galego. Vamos, que a Isabel se le ha escapado por escrito lo que don Camilo dejaba fluir en público por aquella otra porción corporal. Y es que lo malo de quienes se creen en posesión de la verdad (y esto también es de Cela) es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una.

Ignacio Marco Gardoqui, en El Correo Español, es otro de los que reparte responsabilidades, pero de otra forma: "Unos, varios políticos de varios partidos -nótese que evita definir siglas-, por intervenir con exceso y escasa fortuna en base a intereses inapropiados y poco claros. Otros, algunos gestores, por hacer coincidir una gestión lamentable con unas retribuciones escandalosas. Y algunos más, como los sindicatos, que callan ante el desenlace y tratan de pasar desapercibidos, lo que no hicieron cuando se trataba de repartir prebendas y de ocupar sillones". O sea y para que nos entienda hasta Don Camilo, unos por "meter mano", otros por "tangar" y algunos por "estar untados". ¿Hablamos de Bankia? O pongamos que hablo de Madrid, de Caja Madrid. Porque Mayte Alcaraz, en sus Pecados capitales del diario madrileño de Vocento da nombres y siglas: "Con presidente socialista o popular en Madrid no se movía una hoja en el jardín del poder si no se plantaba un árbol frondoso en la caja (....) Por aquellos sanedrines pasó los más granado de la política madrileña y el sindicalismo nacional: José Antonio Moral Santín (IU), Antonio Romero (PSOE), Ricardo Romero de Tejada (PP), José Ricardo Martínez (UGT), Rodolfo Benito (CC.OO.)...". Alcaraz no lo dice, pero en Madrid (y en Caja Madrid) gobierna Esperanza Aguirre (PP) desde hace nueve años. Y (por cierto, Isabel), ni ella ni ninguno de los citados habla catalán, euskera o galego. En cambio, Esperanza Aguirre es nieta de José Luis Aguirre Martos, procurador en Cortes por el tercio sindical durante siete legislaturas del franquismo como... ¡empresario del Sindicato Nacional de Combustible! Que no digo yo que tenga nada que ver con Campsa, pero...

Como decía C. J. Cela, cuando las deudas no se pagan porque no se puede, lo mejor es no hablar de ellas y barajar. Y, en Madrid, prensa y política llevan décadas jugando al mus o al póquer, juegos en los que el engaño te da el triunfo sin cartas. Así, La Razón es capaz de editorializar que "hay razones para mantener la confianza en España, en su futuro y su credibilidad" y dar dos páginas al Punto de Mira de Francisco Velasco para hacer de la justicia un sayo: "Con rostro serio pero firme, Carlos Dívar dio la cara (...) No tenía nada que ocultar. Dio todas las explicaciones que consideró convenientes (...) no ha utilizado un solo euro del erario público para sus gastos personales. Hasta ahora, nadie ha podido demostrar los contrario...". Me aseguran que Velasco no ha hecho ningún viaje en Rolls -ni siquiera a Marbella- y no viste uniforme con gorra de plato.