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Siria y la pasividad internacional

Las ya de por sí frágiles salvaguardas que protegían los escasos y más básicos derechos civiles en los enfrentamientos armados han saltado por los aires en este siglo XXI en virtud de intereses geoestratégicos, políticos o simplemente económicos

LA muerte de los periodistas Marie Colvin y Rémi Ochlik en un bombardeo realizado por el ejército sirio contra la ciudad de Homs el pasado miércoles, pero también horas antes, en otro ataque similar, la del periodista sirio Ramy Al-Sayed, denunciada por Reporteros Sin Fronteras, desvelan al mismo tiempo la expuesta precariedad en que se mueven quienes proveen a la sociedad de una información constituida en el último freno frente a la barbarie y la carencia de límites de esta última cuando de la lucha por el poder se trata. Una y otra se pueden considerar reiterativas tanto en el conflicto sirio, en el transcurso del cual han fallecido ya al menos siete profesionales de la información y más de ocho mil civiles, como en otras situaciones similares de violencia a lo largo de la historia; pero la realidad es que las ya de por sí frágiles salvaguardas que en los enfrentamientos armados protegían a periodistas y población parecen haber saltado por los aires en los conflictos de este aún incipiente siglo XXI, incluso con independencia de que dichos conflictos sean o no abiertamente reconocidos. El hecho de que el régimen sirio despache la muerte de informadores tan conocidos como Colvin y Ochlik con el simple razonamiento de que habían entrado ilegalmente en el país, porque Siria no permite visados a reporteros extranjeros, no es sino consecuencia lógica de la impunidad con que ese mismo régimen mantiene los bombardeos sobre la población civil sin que la comunidad internacional se pronuncie ni la Organización de Naciones Unidas (ONU) sea capaz de imponer la legalidad internacional que se deriva de la interpretación de la Carta de Naciones Unidas, tanto en los principios expuestos en su capítulo I como en los artículos relativos a las amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión de su capítulo VII. Pero, además, la distinta consideración y la permisividad a Siria respecto de actos por los que en Libia se decidió una intervención militar internacional -comedida o no, aérea o terrestre, fue una intervención militar que acabó por decidir el conflicto- confirman que legislación y organismos internacionales conformados durante décadas para la protección de los derechos individuales y colectivos, entre los que están el derecho a la información y, ante todo, el derecho a la vida, son subvertidos en aras de intereses geoestratégicos, políticos e ideológicos o simplemente económicos. En virtud de ellos, de la pasividad internacional, Siria no solo se puede convertir en una versión de los inestables y no cerrados conflictos que golpean Irak o Libia, por citar dos ejemplos, aunque por su situación e influencia mucho más peligrosa, sino que amenaza con explosionar definitivamente todo el sistema de prevenciones frente a la barbarie creado durante décadas, lo que situaría al mundo ante un horizonte apocalíptico por incontrolable.