PP, la fuerza del poder
El congreso 'popular' ha reforzado el liderazgo de Mariano Rajoy, aclamado casi por unanimidad, gracias a sus arrolladores triunfos electorales pero a cambio de una preocupante falta de ideas y proyectos nuevos y de debate
EN apenas quince días, los partidos mayoritarios del Estado español, PSOE y PP, han celebrado -y no por casualidad en la misma ciudad, Sevilla, debido a la cercanía de las elecciones andaluzas- sus respectivos congresos en los que han podido debatir (?) sus ideas a futuro y han renovado sus direcciones. El desarrollo y resultado de ambos congresos da una idea clara de en qué situación se encuentran ambas formaciones. Una, el PSOE, dividida, derrotada, enfrentada a su propio pasado y a su futuro, sin capacidad de reacción a corto plazo y con un liderazgo aún por consolidarse, si es que lo consigue. La otra, el PP, pletórica tras sus arrolladores triunfos electorales en los sucesivos comicios municipales, autonómicos y generales, fuertemente unida por sus propios intereses precisamente gracias a esas victorias y al acaparamiento del poder y con un líder indiscutible pese a haber estado muy cuestionado hasta hace bien poco incluso por sus propios amigos. De este último congreso del Partido Popular pueden extraerse algunas conclusiones, sobre todo para vislumbrar por dónde transitará la política del Estado español en un futuro inmediato. Los resultados del cónclave son contundentes: Mariano Rajoy fue literalmente aclamado con un 97,56% de los votos, prácticamente unanimidad. No cabe duda de que los éxitos electorales y la pacificación interna del partido han sido la clave de este éxito. Pero también el viraje imprimido a la formación popular desde los tiempos de Aznar, convertido ahora casi en una caricatura de sí mismo. El PP ha sabido centrar su discurso al mismo tiempo que no le duelen prendas en practicar políticas netamente de derechas, acordes a su historia y dirigidas a complacer a la parte más ultra y con más poder de su electorado. La balsa de aceite que es hoy el Partido Popular, sin embargo, se ha logrado a base de una preocupante falta de ideas nuevas, de proyectos y de debate. Es cierto que con casi todo el poder en sus manos -y, como remate, la probable conquista en mayo del histórico bastión socialista de Andalucía- los populares apenas tienen de qué discutir. Les basta y les sobra con ejercer ese poder. Una actitud peligrosa, pero acorde a la filosofía de un partido nacido por y para el poder. Por lo que respecta a Euskadi, los propios populares vascos han destacado la importancia del nombramiento del secretario general, Iñaki Oyarzábal, como nuevo responsable de Justicia, Derechos y Libertades del Comité Ejecutivo. Es posible que el PP vasco entienda esta incorporación como un gran activo, pero se antoja como una victoria pírrica de sus posiciones. Solo si Oyarzábal es capaz de insuflar un cambio radical de posiciones en el PP con respecto a la política a aplicar en Euskadi y con respecto a la pacificación podrá la sociedad vasca apreciar esa hasta ahora improbable influencia. Si así fuera, sabe el PP que tiene alguna mano tendida.