Gesto por la Paz, objetivo cumplido
La coordinadora pacifista celebró ayer su última manifestación tras más de 25 años en los que ha sido un referente ético en las calles de Euskadi en la lucha contra la violencia, la defensa de los derechos humanos y el reconocimiento de las víctimas
LA Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria celebró ayer en las calles de Bilbao su última manifestación, una vez que ETA ha decretado el fin de su actividad violenta y que, según todos los indicadores incluidos los informes de la Comisión Internacional de Verificación, este compromiso se mantiene por parte de la organización armada. El último gesto, el punto final a la actividad pública de la organización pacifista, despierta, como es habitual en este tipo de casos y dada la naturaleza de su labor, sentimientos ambivalentes en el seno de la sociedad vasca. Por una parte, Gesto desaparece de las calles de Euskadi después de más de 25 años en los que ha protagonizado y liderado la lucha contra la intolerancia, la barbarie y, sobre todo, la indolencia o la indiferencia de parte de la sociedad ante los crímenes y las amenazas de ETA. La coordinadora pacifista ha sido durante este cuarto de siglo un referente en lo que ha significado la lucha pacífica contra la violencia, desde la defensa irrenunciable de los derechos humanos y la democracia. Y todo ello, con un simple gesto, en silencio, con una respuesta al mismo tiempo intrínseca y profundamente ética y arriesgada contra el terror y el miedo cada vez que ETA o cualquier otra organización o grupo hacía correr la sangre con una motivación política o ideológica. Una actitud radical, firme, de rechazo a todo tipo de violencia que, como cabe suponer, le valió la animadversión, la crítica y la descalificación de los diferentes extremos ideológicos y las acusaciones de equidistancia que tanto gustan a algunos sectores partidarios del pensamiento único. Sin embargo, la fuerza de su posición se ha ido imponiendo en el seno de la sociedad vasca hasta el punto de poder afirmar que sus posiciones han sido ampliamente compartidas por la inmensa mayoría de los ciudadanos de Euskadi (o de Euskal Herria, como su propio nombre indica aún, pese a las presiones sufridas para su eliminación). Pero, además de este reconocimiento y agradecimiento a su labor, hay otro sentimiento que aflora ante la desaparición de las calles de Gesto por la Paz: el que surge del convencimiento de que ha cumplido su objetivo, de que, como rezaba el lema de la manifestación de ayer, Lo hemos logrado (Lortu dugu) y, ahora, "el futuro es nuestro para siempre". En efecto, desaparecida la violencia, queda aún camino por hacer con el fin de construir un futuro basado en la convivencia en paz y en el reconocimiento a las miles de víctimas de este conflicto. Y corresponde ahora a quienes han ejercido o justificado la violencia dar pasos en el reconocimiento del daño causado para restañar las heridas. Veinticinco años después, Gesto -felizmente, con "emoción" y con "orgullo" - deja la calle y la pancarta. Ahora, cada ciudadano "llevará un gesto por la paz en su vida diaria".