LEJOS de iniciarse la siquiera tímida reacción de la economía estatal que se auguraba para la segunda mitad de 2012 y la recuperación del empleo a partir del próximo año, la recesión vuelve al Estado español, esta vez para quedarse. Si tras década y media de crecimiento, el último retroceso económico llegó en el último trimestre de 2008 y duró un larguísimo año -que dio paso a meses de estancamiento o mejora únicamente apreciable en los datos oficiales- las percepciones coincidentes de analistas, FMI y Banco de España sitúan a la economía estatal en una situación similar pero agravada por cuanto se afronta más de tres años de crisis después y con una sensación generalizada de agotamiento, tanto a nivel social como en el ámbito de la gestión pública. En esa situación, no es de extrañar el efecto de la previsión del Fondo Monetario Internacional de una caída de la economía del 1,7% durante el presente año y aún del 0,3% en 2013, lo que pospondría cualquier atisbo de recuperación al menos hasta 2014. Sin embargo, lo relevante de las previsiones del FMI, confirmadas con números similares por el propio Banco de España, es la consecuencia de la contracción económica en el desempleo, que seguirá incrementándose en los próximos dieciocho meses y alcanzará una tasa de entre el 24% y el 25% de la población activa, cifra que igualaría el récord histórico del 24,5% del primer trimestre de 1994 a consecuencia de la recesión de 1993, cuando el PIB español se contrajo un 1%, es decir, por debajo de las previsiones del FMI para 2012. En cualquier caso, el nuevo capítulo de recesión aumentará la ya profunda crisis social y la prolongaría aun bien entrado 2014 o incluso mediada la actual década, pero en esta ocasión y frente a lo sucedido hace dieciocho años tanto la recesión como el volumen del desempleo se deberán especialmente a la caída del sector público, afectado por recortes y ajustes que pueden pretenderse obligados ante la enorme deuda de la economía española, de la que curiosamente solo el 20% pertenece a la Administración, pero que con una regresión de casi una década en los niveles de inversión supone destruir al menos doscientos mil del medio millón de empleos que las previsiones menos pesimistas ya anuncian que se perderán a lo largo de este año. En otras palabras, las intervenciones del Banco Central Europeo con la compra masiva de deuda de las últimas semanas pueden haber calmado momentáneamente el acoso de los mercados y su reflejo mediático, pero el cambio de Gobierno en el Estado no ha supuesto la apertura de una tendencia económica distinta. No podía hacerlo cuando el Ejecutivo que preside Rajoy da muestras, más de dos meses después de ganar las elecciones, de la misma incertidumbre, idéntica carencia de planteamiento económico e igual subordinación al interés electoralista.