LA una vez más masiva presencia de público en San Mamés, la intensidad competitiva de los integrantes de la selección, su nivel deportivo incluso más allá de resultados y, de modo especial, el claramente mayoritario respaldo social que se constata tras cada convocatoria del combinado nacional de Euskadi -"el Pueblo Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad..." (Título preliminar, art. 1 Estatuto de Gernika)- sirven para refrendar que el veto a la presencia del deporte vasco en competiciones internacionales de carácter oficial es parte (y no menor) de un problema político que se trata de obviar pero que está firmemente instalado en la sociedad. Y que lo es porque la manifestación deportiva, entre otras, forma parte del sentimiento de pertenencia a una identidad concreta. No se trata siquiera de un problema de legalidad. El mismo Estatuto de Gernika, en su Título I, art. 10.36 señala que "La Comunidad Autónoma tiene competencias exclusivas en turismo, deporte, ocio y esparcimiento". Competencias exclusivas. Por contra, la Constitución, en el artículo 149 que especifica las competencias exclusivas del Estado, no menciona en ningún caso al deporte. Es cierto que existen cortapisas internacionales. En el caso del fútbol, por ejemplo, la ya obsoleta exigencia de una competición propia, que tiene excepciones tan evidentes como la del Swansea, equipo galés que disputa la Premier League inglesa al tiempo que la Federación de Gales es miembro de la UEFA y la FIFA a pie de igualdad con la Federación de Inglaterra. En el caso del Movimiento Olímpico, la inclusión en 1996 en la Carta Olímpica, forzada por varios estados, incluido el español; de un pequeño artículo que pretende que el término "país" se refiere a "estados independientes reconocidos por la comunidad internacional", lo que, sin embargo, no ha impedido la presencia posterior en los Juegos de una decena de naciones sin Estado o la aquiescencia por parte del COI para que más de cuarenta naciones sin reconocimiento internacional compitan ya actualmente en torneos oficiales. No es por tanto la legalidad estatal ni los reglamentos internacionales los que impiden la presencia de Euskadi en las competiciones oficiales de carácter internacional, sino el temor del Estado español a que dicha presencia contribuya a la expansión de un sentimiento de pertenencia que, sin embargo, y como se viene demostrando en cada ocasión en que las selecciones de Euskadi se citan con la sociedad vasca y también en la expresión política de la cita de esta con las urnas, es ya ampliamente mayoritario. Un temor que, convertido en veto, llega a contravenir los mismos principios que estipula la propia Carta fundamental del COI cuando especifica que "la discriminación por razones políticas es incompatible con la pertenencia al Movimiento Olímpico".
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