Un Gobierno discreto
Rajoy ha formado un gabinete a su imagen y semejanza, sin estridencias, premuras y radicalismos; especialmente, aunque no solo, en las dos materias que sin lugar a dudas van a marcar el éxito o fracaso de su primera legislatura
MARIANO Rajoy apenas ha dejado resquicio a las sorpresas en la configuración del gabinete que deberá realizar sin más dilación lo que había venido exigiendo a sus predecesores. En todo caso, solo dos detalles han podido causar limitada extrañeza en el nuevo gobierno: la capacidad de Rajoy para sujetar a su partido hasta anular toda especulación pública previa sobre el nombre de los nuevos ministros y la politesse con que estos se han despachado nada más tomar posesión al alabar o descargar de responsabilidad a sus antecesores en el cargo, objeto de las más severas críticas hasta entonces. El primer detalle da idea del poder que acumula ahora quien no hace tanto era cuestionado internamente y el segundo permite intuir que esa autoridad interna provocará, si no ha provocado ya, un cambio siquiera formal en las actitudes políticas que el PP, ahora partido de gobierno, ha mantenido desde los tiempos del liderazgo de José María Aznar. Por lo demás, el sexto presidente español de la democracia ha formado un gabinete a su imagen y semejanza, entresacado de sus más cercanos y fiel reflejo del marianismo político, es decir, de la ausencia total de estridencias, premuras y radicalismos; especialmente, aunque no solo, en las dos materias que, sin lugar a dudas, van a marcar el éxito o fracaso de su primera legislatura y en las que no le va a bastar únicamente con su mayoría absoluta: la gestión del fin de ETA y la crisis económica, aunque para Rajoy no necesariamente en ese orden de prioridades. En la primera de ambas, la presencia de Fernández Díaz, así como sus primeras palabras, permiten deducir que el Gobierno Rajoy, aunque no desde los mismos parámetros que un ejecutivo socialista y siempre con suma discreción, no rechaza el proceso que ha venido desarrollando la izquierda abertzale que, a su vez, parece vislumbrar el leve cambio de rumbo en los populares. Y la presencia de Gallardón en Justicia también parece caminar en la misma dirección. Es, sin embargo y contra lo que pudiera intuirse de antemano, el área económica la que presenta más interrogantes. La separación en dos carteras responde más al equilibrio interno y la necesidad de cumplir con la ambición ministerial de Montoro (Hacienda y Administraciones Públicas) que a la pretensión de un control del déficit tan férreo como el que se dice pretender: los 16.500 millones de recorte anunciados por Rajoy se quedarán muy cortos para cumplir las previsiones -y la obligación de llegar al 4,4%impuesta por Europa- en 2012. Y al dejar la dirección de las políticas económicas en manos de Luis de Guindos (Economía y Competitividad), ex de Lehman Brothers, Rajoy parece rendir la misma pleitesía a los mercados que ha encumbrado en Europa a Monti, Draghi o Papademos, hombres de Goldman Sachs.