LA conciliación de la jornada laboral con la vida personal y familiar es una vieja aspiración de las sociedades desarrolladas que surge de una necesidad real de acotar los distintos ámbitos de la vida de las personas trabajadoras y que no solo pretende una mejor satisfacción de las inquietudes personales sino también un mayor rendimiento laboral. En lo que concierne al Estado español, está ya protegida desde la misma Constitución de 1978, que en su artículo 39.1 establece el "deber de los poderes públicos de asegurar la protección social económica y jurídica de la familia"; pero se hizo patente a raíz de la aprobación de la ley 39/99 de 5 de noviembre para promover la conciliación de la vida familiar. Ello ha permitido avances, aunque ciertamente tímidos e insuficientes, en el aspecto más afectado por las carencias en conciliación, el de la modificación de los roles de hombres y mujeres en el desempeño de las tareas familiares y/o del hogar. Tímidos porque la mitad de las mujeres trabajadoras aún dedica cinco o más horas al día al cuidado de sus hijos e hijas e insuficientes porque la misma proporción de hombres únicamente colabora durante dos horas diarias o menos. También se ha avanzado, cierto es, en la dotación de servicios que colaboran en el cuidado y atención de las personas dependientes, menores o mayores. Esos avances, en cualquier caso, parten de dos de las tres patas del triángulo sobre el que se asienta la conciliación, es decir, los propios trabajadores, a través del desarrollo cultural de la idea de igualdad entre hombres y mujeres y su aceptación subconsciente; y las instituciones, mediante la creación de estructuras y recursos frente a la dependencia. Sin embargo, incluso esos avances, tímidos e insuficientes, sí; se ven limitados porque las empresas no han evolucionado del mismo modo en las facetas de la conciliación que les corresponden: la reorganización de los espacios y tiempos de trabajo y el establecimiento de medidas que permitan a los trabajadores desarrollar otras facetas de su vida. Los detalles se convierten en evidencias: solo el 4,5% de los empleados cuentan con guarderías a cargo de la empresa y, lo que es curioso, el porcentaje desciende al 3,2% entre los empleados de 25 a 34 años; más de uno de cada tres trabajadores trabaja en fines de semana, la mitad de ellos todos los fines de semana, y casi cuatro de cada diez se ve obligado a prolongar en ocasiones, la mitad de ellos casi siempre, su jornada laboral. Ello se traduce en que un tercio de las personas ocupadas afirma tener muchas dificultades para compaginar trabajo y familia. Aunque haya quien lo pretenda extemporáneo en tiempos de fortísima crisis económica, las empresas deben entender que, como se ha demostrado en sociedades ejemplo de desarrollo y en organizaciones exitosas a nivel mundial, la conciliación es una herramienta básica en la gestión de recursos humanos que potencia la satisfacción del trabajador, su potencial y su productividad.