LOS resultados de las elecciones generales celebradas ayer arrojan numerosos datos de alto interés político y social de cuyo ineludible y desapasionado análisis deben extraerse no pocas conclusiones, ya que el voto ciudadano dibuja escenarios nuevos que los distintos partidos deberán administrar con cautela y sensatez. En primer lugar, las urnas han vuelto a demostrar, con mayor claridad aún, una evidencia cada vez más incuestionable pese a los numerosos y agresivos intentos de negarla u ocultarla a través de diversos mecanismos de asimilación: las realidades, expresadas libremente por sus ciudadanos a través del voto, de Euskadi y España son sustancial y definitivamente distintas. No hay comparación posible entre los resultados electorales en el conjunto del Estado con las que se traducen de las urnas en Hegoalde, donde PSE y PP son clara minoría. Si en las últimas semanas, a partir del anuncio de ETA de cese definitivo de la violencia, tanto el lehendakari Patxi López negando la existencia de un conflicto político como su propio partido dando por enterrado en su boletín interno el debate de la construcción nacional han querido cerrar los ojos, la evidencia de los resultados electorales en Euskadi les habrá dado de bruces con la realidad, sustentada en una amplia mayoría abertzale, que se manifiesta y se incrementa elección tras elección.

LA histórica y arrasadora victoria del PP en prácticamente todo el territorio del Estado no admite comparación alguna con los resultados en Euskadi, que se vuelve a comportar como una isla entre un océano monocolor. Y ello en unos comicios generales, donde la tendencia bipartidista y la propia dinámica que se crea ante la elección de un presidente entre los grandes partidos son el terreno menos favorable para las opciones nacionalistas. Aun así, en esta tesitura, el PNV resulta la primera fuerza política en Euskadi, ya que gana en votos a todas las demás fuerzas, tanto en la CAV como en el conjunto de Hegoalde. No hay duda alguna, por tanto, de que el liderazgo político y social sigue recayendo en la formación jeltzale, que cuenta con el respaldo de la mayoría de la sociedad vasca a su proyecto. Cobra, así, más fuerza si cabe, vista la diferente realidad entre Hegoalde y España expresada por las urnas y el mandato popular al PNV como partido líder en un país eminentemente abertzale, la idea de Euskadi como una nación europea con carácter y voz propia. Ello no es óbice para que, fiel a su historia, el PNV actúe durante esta legislatura con la misma responsabilidad y visión de Estado que ha tenido en ocasiones anteriores. En este sentido, y pese a que la mayoría absoluta de Rajoy puede debilitar su margen de maniobra, no cabe duda de que en asuntos estratégicos como el de la crisis económica los nacionalistas vascos tenderán la mano a quien corresponda lealmente con los intereses de Euskadi.

CON todo, el PNV deberá también reflexionar sobre sus resultados a nivel territorial. A su incontestable triunfo en Bizkaia se unen unos datos más modestos en Gipuzkoa y, sobre todo, en Araba, donde se convierte en la cuarta fuerza política y es el único territorio donde pierde votos. Esta dinámica supone un evidente riesgo de desvertebración territorial que deberá corregir con urgencia. La próxima celebración de su Asamblea General puede ser el ámbito idóneo para abordar este debate, ya que servirá de hoja de ruta para afrontar los importantes retos que deparará el futuro inmediato de Euskadi. Otra de las conclusiones que pueden extraerse de los resultados de ayer es que Amaiur, a pesar de su fuerte irrupción en el Congreso de los Diputados y de situarse como segunda fuerza más votada tras el PNV no logra rentabilizar al máximo el momento dulce en el que se encuentra, sobre todo tras el espaldarazo que, a priori, podría proporcionarle la decisión de ETA de poner fin a la violencia. No cabe duda de que, pese a que podrá vender sin grandes dificultades ante propios y extraños que se trata de un gran resultado -sobre todo tras los sondeos que le daban menos de la mitad de los escaños-, sus números podrían ser mucho mejores, más aún si se sumara la aportación de Aralar, que deberá hacer su propia reflexión ante el resultado de su operación, sobre todo en Nafarroa. Por otra parte, Amaiur, a la que el desgaste de su acción de poder ha empezado a hacer mella demasiado pronto, debe aún aclarar muchas cosas a la sociedad vasca, entre ellas qué línea de actuación -a falta de programa- seguirá en las Cortes españolas y no solo qué hará con sus escaños, sino también a qué fuerza pertenecen en la amalgama que forma la coalición. ¿Actuarán y votarán de la misma manera, por poner un ejemplo, Rafa Larreina y Sabino Cuadra?

EN cuanto a las formaciones constitucionalistas, el resultado es desolador para ambas. La suma de PSE y PP apenas alcanza el 39% de los votos, con lo que la legitimidad del Gobierno de Patxi López es cada vez menor. Con estos resultados, sumados a los de las elecciones municipales, dibujan un escenario insostenible para López, con un partido absolutamente roto, derrotado, en descomposición y a la deriva, a lo que hay que sumar su previsible enfrentamiento con la mayoría absoluta del PP de Rajoy. Pocas dudas hay ya de que el adelanto electoral en Euskadi se hace cada vez más urgente y necesario. Sobre todo porque más allá de la histórica debacle del PSOE en el conjunto del Estado, los socialistas vascos cosechan también unos resultados muy negativos, no solo ya en porcentaje de voto y en el reparto de escaños sino también en número de votos, ya que pierden más de la mitad de los sufragios que lograron hace cuatro años. Una derrota en toda regla que se une a la del PP, que no rentabiliza el efecto Rajoy al ser visto en Euskadi como una amenaza para la paz. Mención aparte merece el éxito que supone para el abertzalismo en Nafarroa el hecho de que Uxue Barkos haya logrado reeditar su acta de diputada en Madrid que con tanta brillantez como dedicación ha defendido en las pasadas legislaturas. Un triunfo que supone que Euskadi tendrá una voz más en el complicado escenario que se abre ante la realidad de una derecha española crecida en exceso y tentada de pasar su rodillo.