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Una reflexión sencilla

Las elecciones de mañana mantienen inalterables los tres ejes que históricamente en Euskadi han definido todas y cada una de las citas con las urnas hasta llegar en ocasiones a entremezclarse: bienestar, pacificación y autogobierno

QUIZÁS la de este 20-N haya sido la campaña electoral más atípica desde el advenimiento, la recuperación o la consecución del derecho al sufragio universal tras el fin de cuarenta años de dictadura hace más de tres décadas. La no interferencia por primera vez de una expresión política violenta -a pesar de la continuidad de su presencia inactiva e incluso de brotes locales de la misma- ya da a la cita de mañana una característica esencial diferente, por desconocida, en unas elecciones generales. La posibilidad de que, al contrario aunque en consecuencia, comparezcan todas las expresiones exclusivamente políticas repara, aun no siendo inédita, una carencia democrática flagrante de las últimas convocatorias. Sin embargo, las elecciones de mañana mantienen inalterables los tres ejes que históricamente, al menos en Euskadi, han definido todas y cada una de las citas con las urnas hasta llegar en muchas ocasiones a entremezclarse y confundirse: bienestar, pacificación y autogobierno. Y en cada uno de ellos, o en sus estrechas relaciones, la reflexión a que se dedica la jornada de hoy es sencilla. El bienestar, condicionado hoy su futuro por una crisis económica global pero con peculiaridades y condicionantes locales, depende sobremanera de la gestión de los recursos del país. Y la distinción entre modelos y sus resultados en solvencia económica y prosperidad social es evidente. El que pusieron en marcha en Euskadi -el que aún mantienen- las formaciones y gobiernos entroncados y sin más referencia que el propio país, aunque hoy afectado por la situación del entorno inmediato, sacó a Euskadi de una recesión aún más profunda que la actual, situó a nuestro país a la cabeza de Europa en bienestar social y desarrollo humano y ha permitido a la economía vasca soportar mejor tres años de embates de crisis que sin embargo han puesto al borde de la quiebra al modelo que han desarrollado quienes alternativamente han gestionado el Estado. En cuanto a la pacificación, que parece encauzada al fin, no es aunque se pretenda producto de una reflexión individualizada de quienes hasta hace nada practicaban la violencia, sino consecuencia del impulso de una sociedad que, ya hace tres décadas, salió a la calle exigiendo su fin. Si se puede considerar un mérito la admisión final por quienes practicaban o justificaban las acciones violentas de su dislate moral y político, con más motivo el de quienes las calificaban de tal y han abogado por su desaparición, colaborando además a que el mundo de la violencia encontrara un cauce por el que abandonar la misma. Y respecto al autogobierno, base y horizonte de las aspiraciones mayoritarias de nuestra sociedad y tan entrelazado con el bienestar y la pacificación por cuanto ninguna de las dos sería posible sin él; basta comprobar dónde estaban las señas de identidad vascas hace tres décadas y qué proyección social, cultural e internacional poseen hoy. Sí, la reflexión es sencilla.