El éxito de la identidad
Como demuestra el Basque Culinary Center o las aplicaciones en euskera para smartphones, la perseverancia en lo propio no solo define a las sociedades, sino que les proporciona mecanismos para enfrentar un modelo mundial en evidente crisis
lA sociedad vasca se puede contemplar a sí misma inserta desde ya en la posmodernidad que Ulrich Beck, uno de los padres de la glocalización -piensa globalmente, actúa localmente- ya definiera como el estadio en el que se encuentran aquellas comunidades que han asumido el riesgo que acecha a su personalidad, a su propia supervivencia. En un mundo en el que la supresión de las fronteras económicas, y por tanto políticas, parece querer diluir las especificidades socio-culturales y en el que, aun a pesar de un incipiente cuestionamiento, la obtención de beneficios se antoja objetivo único. Euskadi parece haber desechado defender su tradición frente a la globalización encerrándose en su propia existencia como ya hiciera hace siglos ante otro tipo de amenazas. Hoy existen numerosos ejemplos de que la sociedad vasca ha optado por perpetuar su cultura, su tradición, por perpetuarse en suma, saliendo de su histórico espacio geográfico, mostrándose más allá de los tantas veces confusos límites de lo identitario pero sin renunciar a esas sus características. Y de hacerlo sin menosprecio del beneficio económico pero conjugándolo con objetivos de filosofía más sostenible. La inauguración del Basque Culinary Center (primera facultad de ciencias gastronómicas del Estado y única del mundo que cuenta con un centro de I+D) con el fin de garantizar la continuidad de lo que se denomina polo vasco de la alta cocina y el valor añadido que esta aporta a Euskadi en el mundo, es decir, la cultura y la tradición vascas como señas de la identidad del éxito, es la mejor muestra de que la innovación y el mestizaje contribuyen al desarrollo de lo propio sin que deje de serlo. Sin desdeñar la importancia en ese logro de la colaboración público-privada o las sinergias entre profesionales mundialmente reconocidos. Pero, además, el BCC, aun siendo harto reconocible por las mismas peculiaridades del proyecto, no es ni mucho menos una excepción. La cada vez más avanzada participación de nuestra lengua, el euskera, en las redes sociales y en la alta tecnología del siglo XXI; su aún incompleta pero en todo caso vertiginosa puesta al día en poco más de tres décadas y desde una situación de flagrante desamparo no es sino otra muestra de las muchas en que la sociedad vasca ha conseguido desarrollar la adaptación de sus especificidades al actual mundo globalizado y, por tanto, la supervivencia de su identidad. Ahí está el empeño, convertido en realidad por Elhuyar, de dotar a los smartphones de aplicaciones que proporcionen herramientas lingüisticas en euskera a los usuarios, lo que sitúa al idioma vasco en esa posmodernidad superadora del riesgo de desaparición. Son ejemplos de que la perseverancia en lo inherente y característico no solo define a las sociedades, sino que les proporciona mecanismos para enfrentar un modelo mundial por otro lado en evidente crisis.