Pasos hacia la irreversibilidad
La asunción por parte del colectivo de presos del Acuerdo de Gernika sitúa el proceso de paz en otra dimensión, cerca ya de hacerse irreversible, que incluye la urgencia de que ETA y el Gobierno español den pasos inmediatos y definitivos
EL anuncio del Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK) de que los reclusos de ETA han decidido suscribir el Acuerdo de Gernika ha sido acogido en la sociedad vasca con la lógica esperanza, no exenta de prudencia, pensando en la irreversibilidad de la apuesta exclusiva por las vías políticas por parte de la izquierda abertzale. Incluso el Gobierno español y el PSOE dejaron traslucir cierto optimismo y valoraron como "inédito" el paso de los presos, aunque incidieron en que aún falta el paso "definitivo": el de ETA anunciando el abandono de las armas para siempre. Con todo, no cabe duda de que la adhesión de los presos al Acuerdo de Gernika sitúa al denominado proceso de paz en un nuevo estadio que debería incluir movimientos relevantes tanto por parte de ETA como del Gobierno español, posiblemente en el ámbito de la verificación internacional por un lado y en la política penitenciaria por otro. Pese a las resistencias que ha tenido que superar en el minoritario sector más intransigente, el posicionamiento que el colectivo de presos escenificará hoy mismo, en coincidencia con el primer aniversario del Acuerdo de Gernika y también con el Alderdi Eguna de EAJ/PNV (en un calculado y evidente ejercicio de contraprogramación política), supone en la práctica una confirmación del carácter irreversible de la decisión del denominado MLNV en su apuesta por desterrar la violencia y por la utilización de medios solo políticos y pacíficos. Una apuesta que deberá reafirmar y afinar mucho más, porque es incompatible con incidentes tan graves como los acaecidos la noche del viernes en Bilbao, con hechos de gran violencia que recordaban a los peores tiempos de la kale borroka. No puede obviarse que el EPPK y su entorno se han convertido en el reducto de los apoyos y la militancia de ETA. Y que al asumir en su conjunto y literalidad el Acuerdo, los presos políticos vascos se suman a la renuncia a la violencia mediante el refrendo del "uso de medios exclusivamente democráticos y pacíficos para resolver las cuestiones políticas"; también a toda tentación de tutela al rubricar la "oposición a cualquier intento de utilizar la fuerza o amenazar con utilizarla para influir en el curso o en los resultados alcanzados en las negociaciones multipartitas"; inician el cumplimiento de la exigencia social y políticamente mayoritaria respecto a la admisión del daño causado mediante la asunción de la "necesidad de un reconocimiento, reconciliación y reparación de todas las víctimas originadas por el conflicto político y la realidad de las múltiples violencias"; y admiten la pluralidad política de la sociedad vasca desde la búsqueda de un "acuerdo incluyente entre todas las culturas políticas del país". Pero, además y a resultas de todo ello, el colectivo de presos acelera un proceso que parecía ralentizarse peligrosamente, abre la puerta a cambios en la política carcelaria -admite el acceso a beneficios penitenciarios- y sitúa a ETA ante su único horizonte: la disolución.