LA explosión en un horno de tratamiento y acondicionamiento de residuos radiactivos de baja actividad de la instalación nuclear Centraco en el complejo de Marcoule, a menos de 250 kms. de la frontera con Catalunya, además de causar la muerte de un operario y heridas a otros cuatro, ha reabierto en toda su intensidad el debate sobre la seguridad y conveniencia del empleo y desarrollo de la energía nuclear que parecía haberse distendido seis meses exactos después del trágico accidente en la central nuclear japonesa de Fukushima. Aun a pesar de que la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN) francesa haya descartado terminantemente cualquier tipo de fuga radiactiva y que la empresa pública Areva haya pretendido limitar el "accidente" a la parte del complejo de Marcoule que es explotada por una filial de EDF y no a la de la producción nuclear propiamente dicha, a la hora de analizar las reacciones y consecuencias de la explosión en Marcoule es preciso tener en cuenta que Francia ocupa el segundo lugar mundial en producción de energía nuclear (el 86% de la energía francesa) tras Estados Unidos. En Francia funcionan 19 centrales con 58 reactores (de 442 existentes en todo el mundo) que ocupan todo el territorio -la mayor distancia de un ciudadano galo con una central es de 300 kms.- y la empresa pública Areva es una de las principales fuentes de ingresos del Estado francés como líder mundial en servicios y soluciones y proveedor de centrales -ha desarrollado y vendido el combustible MOX, que mezcla uranio y plutonio y que suministraba, por ejemplo, a Tepco, la empresa propietaria de Fukushima- y en estos momentos desarrolla cinco proyectos (en Finlandia, China y la propia Francia) y negocia otra veintena de contratos (en India, Gran Bretaña, Italia, Rep. Checa...) por valor de en torno a 6.000 millones de euros cada uno. Cierto es que las instalaciones francesas más recientes, con el EPR (Reactor Europeo Presurizado) de doble circuito son mucho más seguras que las japonesas y que en el caso de Marcoule y al parecer la explosión no afectó a reactores, que se encuentran apagados; pero no lo es menos que el complejo nuclear en el que se produjo la explosión fue creado hace ya 55 años (en 1956) y en parte estaba siendo desmantelado tras superar con creces su vida útil. Ni que el mismo posee utilidad estratégica por cuanto allí se han venido tratando los residuos nucleares de la experimentación militar. Y todo ello lleva a la necesidad de reactualizar y contemplar en toda su magnitud los serios interrogantes que se abren no ya sobre las bondades o peligros de la energía nuclear propiamente dicha -que quizás también- sino sobre la conveniencia de su uso con los márgenes de error y la influencia de tan dispares e inestables intereses en la actividad humana que debe controlarla.
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