hOY se cumple un año desde que ETA emitiera aquel comunicado en el que anunciaba el cese de sus "acciones armadas ofensivas". Fue el 5 de septiembre de 2010, en un texto breve y críptico que el paso del tiempo se ha encargado de llenar de cierto contenido. Este aniversario revela un elemento muy positivo y esperado para la sociedad vasca: ha podido vivir doce meses, 365 días, sin el vil y ensordecedor ruido de las armas. La organización terrorista ha dejado en paz a los vascos. El cese contrastado de la extorsión a los empresarios y la práctica desaparición de la kale borroka -que no de toda la parafernalia que rodea a ese mundo- han permitido a todos vivir mucho más tranquilos. También a la izquierda abertzale, que durante este año se ha esforzado por vivir al margen, de espaldas o en contra de la violencia -según las distintas interpretaciones-. El silencio de las armas ha permitido a ese sector social articular un mensaje exclusivamente político que ha calado en parte del electorado vasco. Los resultados obtenidos por Bildu -la estación de tránsito hacia la legalización de Sortu- han sido importantes, como lo demuestran las numerosas instituciones que gobiernan. Ese éxito ha fagocitado otros proyectos que se movían en la misma franja ideológica y ha contribuido a aclarar el panorama político vasco, quizá excesivamente atomizado hasta ahora. La vuelta de Aralar a la casa del padre -formación que hace años recorrió el camino que anda ahora Bildu- ha cerrado el círculo. La izquierda abertzale levita en su éxito. Pero, llegados a lo que podría considerarse como el ecuador de la ruta, o del proceso, es necesario que vuelva a poner los pies en el suelo. Ese mundo selló su apuesta política con un membrete claro: proceso unilateral. Así, de manera unilateral, apostó por vías exclusivamente políticas. De forma unilateral rechazó la violencia de ETA. Y de forma unilateral debe dar más pasos. En este año que hoy se cumple, la izquierda abertzale todavía no ha exigido a ETA su disolución. Y de la organización terrorista nada ha vuelto a saberse. Nadie sabe con certeza cuáles son sus planes o sus intenciones. Todas las opciones están abiertas porque ETA así lo quiere. Eso es intolerable. La izquierda abertzale tiene que bajarle la persiana a la banda para siempre. Y debe hacerlo de forma unilateral, como ella misma inició este camino. Es tiempo de más certezas, de más exigencias. Los nuevos y contundentes pasos no pueden condicionarse a que el Gobierno español, cual subasta, derogue la doctrina Parot, dialogue con ETA o acerque a los presos. Como ha sucedido en todos los procesos de otras zonas en conflicto, eso llegará cuando el suelo sea firme. Da la impresión de que la base colocada en estos doce meses es buena, pero la indefinición de ETA y de la izquierda abertzale podrían resquebrajar dicho suelo.