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La indignación y la responsabilidad

No se trata de minusvalorar desde Euskadi los motivos que se esgrimen, y sin duda existen, en una protesta de origen tan complejo como su futuro, sino de valorar nuestro particular y contrastado modo de vehiculizar la solución a esos problemas

LA diferencia en las respuestas sólo puede entenderse proporcional a la diferencia en las situaciones. En el ámbito económico, en el ámbito social y en la inquietud política. Sin poder obviar que los problemas derivados de la crisis y su incidencia en el mercado laboral, especialmente en lo referente a la juventud, también afectan a la sociedad vasca; ni que en esta se ha posado asimismo cierta sensación de cansancio -que en el Estado es hartazgo- ante las incapacidades manifiestas de algunos de entre quienes ostentan la responsabilidad de dirigirla; la distinta incidencia en Euskadi del que dicen espontáneo movimiento ciudadano que tiene su epicentro en Madrid no es ajena a las diferentes características que, aun influidas por una circunstancia global, se sustancian en nuestro país. No se trata de identidad, pero al menos una parte de la divergencia sí podría atribuirse a la actitud, la forma de hacer y encarar los problemas que se enmarca no en el origen de los individuos sino en la cultura social que les rodea y cala mayoritariamente -sin excepción no hay regla- tanto en la calle como en sus responsables institucionales. No es casualidad que, aun siendo más pobres que en 2007 como confiesa el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, a Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao, o habiendo reducido el presupuesto de Bizkaia un 7% respecto a 2010, sigan adelante proyectos como AIC, BiscayTIK, San Mamés, el desarrollo de Zorrozaurre... que miran al futuro y se haya mantenido intacto el gasto en acción social, esencial en el presente tiempo de crisis; en contraposición a la política de los dos gobiernos socialistas, o la política del gobierno socialista en Madrid y su replicante en Gasteiz, centrada en los recortes sociales y la paralización de inversiones y proyectos. Como tampoco es casualidad que sea esa política de recortes indiscriminados y sin diseño de soluciones a medio plazo importada por el actual Gobierno vasco desde el Estado la que sí ha traspasado a Euskadi algo del nivel de conflictividad estatal precisamente en ámbitos directos de gestión socialista como Educación, Osakidetza, Interior... por citar sólo los más actuales. Y no se trata de una utilización interesada o una minusvaloración desde Euskadi de los motivos que se esgrimen -y que sin duda existen- en una protesta cuyo origen es tan complejo y difícil de determinar como su inmediato futuro, ni de cuestionar un movimiento que se nutre de la impericia o el abuso de algunos entre quienes dirigen la sociedad pero no exento del peligro del mismo discurso populista que les achaca, sino de valorar precisamente el modo de vehiculizar las soluciones más efectivas a esos problemas. No basta con indignarse. Aun reconociendo que hay razones evidentes para hacerlo, se precisa ejercer la responsabilidad como una forma de la indignación.