Paz, legalización y política
La multitudinaria manifestación de ayer en favor de que Sortu sea un partido legal es una reivindicación mayoritaria y supone un toque de atención al Estado pero no debe ser utilizada por la izquierda abertzale en beneficio propio
lA reivindicación de la plena legalización del nuevo partido de la izquierda abertzale, Sortu, recibió ayer un apoyo masivo y plural al congregar a decenas de miles de personas en las calles de Bilbao. La marcha, silenciosa y multitudinaria, supone sin duda un toque de atención a los poderes del Estado español, desde el Gobierno de Zapatero a la judicatura, para que tengan en cuenta una reivindicación mayoritaria en la ciudadanía vasca como es que todas las opciones políticas, y en este caso la de la izquierda abertzale, puedan, como expresión de la pluralidad de la sociedad, tener la oportunidad de la participación política y, como máxima expresión, concurrir a las elecciones en igualdad de condiciones. Una demanda profundamente democrática que va más allá -o debería ir- de partidismos y de juegos políticos a corto plazo. La masiva presencia de manifestantes en las calles en exigencia de una demanda justa, sin embargo, no puede ocultar que la gestión de la marcha de ayer y su propio lema -Bakerantz, legalizazioa (Hacia la paz, legalización)- no han sido la mejor carta de presentación de las nuevas formas que se presuponen a la izquierda abertzale. A la manifestación no acudió una representación oficial del PNV, aunque sí asistieron siete parlamentarios jeltzales, prueba evidente del compromiso de este partido por la legalización de Sortu. Tal y como explicó Iñigo Iturrate antes de participar en la misma marcha, el PNV ni siquiera había sido invitado, ni a la organización de la movilización ni a secundarla. Por ello, la izquierda abertzale no debería aprovechar, una vez más, el éxito de la manifestación en beneficio propio. Por su parte, el lema, en el que se liga directamente la legalización con la paz, no es ni el más acertado ni muestra el espíritu que debe guiar una reivindicación de justicia y plenamente democrática. Otra cosa es que la esperanza de paz anime -o incluso obnubile- a muchos como para acompañar a quienes deben hacer aún un recorrido que solo a ellos les corresponde. No conviene, por tanto, confundir a la ciudadanía. Tampoco contribuye a aclarar las cosas el excesivo ruido mediático y político en torno a la legalización de Sortu, con abundancia de interpretaciones interesadas exclusivamente políticas sin ningún valor jurídico, y con un Gobierno español atenazado por un PP que no le da margen de maniobra ni sabe buscarla. Y tampoco aporta mucho la pacata actitud del Ejecutivo de Patxi López, con un lehendakari incapaz de liderar una situación que requiere de movimientos valientes y de audacia sin olvidar en ningún momento la necesaria prudencia. Es la prueba evidente de que López carece de hoja de ruta, incluso pese a que miembros de su propio partido como el mismo presidente, Jesús Eguiguren, le demandan que dé pasos adelante. López ha negado la validez de los facilitadores internacionales, pero necesita facilitadores internos para moverse.