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Egipto, en manos del Ejército

La hasta ahora prudente actitud de los militares como mera fuerza de interposición en la batalla civil de El Cairo no se prolongará indefinidamente: serán ellos quienes, como en Túnez, acaben por decidir el futuro del régimen de Mubarak

LA batalla civil que desde hace tres días se desarrolla en el centro de El Cairo ha servido para comprobar algo hasta ahora inédito en el Estado egipcio: la neutralidad política de los militares que, pese a haber sacado los tanques a la calle desde el inicio de las protestas, mantienen una prudente actitud de interposición entre los seguidores del dictador Hosni Mubarak y los manifestantes que exigen el fin de su régimen incluso en el fragor de los enfrentamientos más violentos. Dicha imparcialidad no es gratuita en un país en el que los tres presidentes que se han sucedido desde la caída de la monarquía de Faruk I a raíz de un golpe de Estado en 1952 -Gamal Abdel Nasser, Anuar el Sadat y el propio Mubarak- han surgido del seno de un Ejército que es el décimo del mundo con medio millón de soldados para una población total de 83 millones de egipcios. De hecho, dicha tradición intervencionista y la percepción de que la postura neutral de las Fuerzas Armadas egipcias no se puede prolongar de manera indefinida no habrán sido seguramente ajenas al hecho de que Mubarak, tras comprobar en un primer momento la permisividad de los militares hacia las protestas, haya azuzado a sus seguidores a una actitud violenta que fuerce al Ejército a actuar, es decir, a reprimir, y, por tanto, a tomar partido. Esto, junto a la persecución de los periodistas extranjeros en busca de impunidad, quiere decir que el dictador egipcio no piensa dejar caer el régimen que ha levantado durante tres décadas, pero también que no cuenta con apoyo (suficiente) en la cúpula militar, influenciada sin duda por la postura cuidadosamente favorable a los cambios expresada por Barack Obama hasta en dos ocasiones en una semana, en la segunda con una alusión directa al papel que se espera de los militares egipcios en una transición pacífica hacia la democracia. No en vano la influencia de EE.UU. en el Ejército egipcio es más que evidente en la actualidad. Porque recibe de Washington material militar por valor de más de mil millones de euros anuales y porque la mayor parte de sus cuadros se han formado en las academias militares estadounidenses desde que en 1978 se firmaran los Acuerdos de Camp David con Israel. De hecho, en el mismo momento en que se iniciaron las protestas, una delegación al más alto nivel de las Fuerzas Armadas egipcias giraba -¿por casualidad?- su visita anual al Pentágono, donde además siempre se ha tenido a Mubarak, formado militarmente en la extinta URSS, como un mal menor necesario para dar cierta estabilidad al volátil polvorín de Oriente Medio. Los militares, en cualquier caso y como en Túnez, acabarán siendo decisivos. Y aunque no parecen inclinarse porque el dictador se refuerce acabando con la revuelta, queda por determinar si apuestan por una apertura hacia la democracia o esperan el momento de derribar a Mubarak y nombrar, como siempre en Egipto, a su sucesor.