Parque de atracciones
Una de las "estrellas" del nuevo Consejo Vasco de Cultura ha dejado en evidencia la forma de actuar del Gobierno López, basada en la imagen; Álex de la Iglesia ha sido claro: "No tengo tiempo de asesorar al lehendakari; es un embolado"
UN gobierno no puede situar la venta de su propia imagen como eje principal de su actuación. Mucho menos si el país que quiere administrar atraviesa una situación de crisis económica. Y no puede, tampoco, dedicar todos sus esfuerzos a destruir lo puesto en marcha por anteriores ejecutivos, para intentar marcar perfil propio. Sobre todo si, una vez desmontados los proyectos ya en marcha, no existen otros para sustituirlos. Podrían darse muchos ejemplos de las actuaciones huecas de contenido que el Gobierno López ha puesto en marcha de cara a la galería en diversos ámbitos de gestión, pero tal vez las que tocan al ámbito de la cultura vasca sean las que más alto grado de despropósito están alcanzando. Resulta muy preocupante la forma en que el departamento que dirige Blanca Urgell ha desmontado el Plan Vasco de Cultura, tejido por el anterior Gobierno en estrecha colaboración con los agentes y sectores culturales, para sustituirlo por un superficial borrador de lo que denominan Contrato Ciudadano por las Culturas; como resultan también decepcionantes las formas utilizadas para dar carpetazo al anterior Consejo Vasco de Cultura y sustituirlo por otro que presenta notables lagunas en cuanto a representación de los sectores de la industria cultural y, también, de las sensibilidades que integran la mayoría sociológica de Euskadi. DEIA ha venido recogiendo en los últimos meses las quejas de diversos sectores y agentes culturales, primero por la no convocatoria durante año y medio de una sola reunión del Consejo Vasco de Cultura; luego, por la forma en la que se despidió a sus integrantes (por carta y gracias), y, por último, por la composición del nuevo consejo asesor. El departamento de Blanca Urgell ha tirado de la marca de la casa, y ha lanzando como principal reclamo de su Consejo, la presencia de tres figuras de renombre: la bailarina Lucía Lacarra; el director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, y el director y presidente de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia. Ninguno de ellos acudió a la sesión constitutiva del Consejo y pocos creen que serán habituales en los trabajos de este órgano consultivo. La agenda manda. Por si había alguna duda, Álex de la Iglesia acaba de ratificar, de forma inequívoca, la sospecha que todos en el país (¿la consejera Urgell no?) tenían: se ha tratado de nombramientos con la única finalidad de vestir con tres prendas de gala un consejo desnudo de muchas piezas. "No tengo tiempo para asesorar al lehendakari", ha dicho el presidente de la Academia de Cine en una entrevista a El Correo Español. "Me han metido en un gran embolado"; "acepté, pero no creía que lo iban a utilizar de esta manera". El cineasta no ha podido dejar más en evidencia la forma de actuar del Gobierno López. Urgell dice que "miramos al mundo, no queremos un parque temático de la cultura". Su gobierno lleva camino de convertir el país en un parque de atracciones.