lA muerte la noche del pasado sábado del poeta, compositor y músico euskaldun Xabier Lete ha dejado a la cultura vasca huérfana de uno de sus referentes más cercanos, cualificados y, al mismo tiempo, populares. Pocas veces como en esta tal aseveración -repetida en muchas ocasiones- cobra su pleno sentido en la figura de Lete. El imaginario colectivo vasco tiene grabadas a fuego las imágenes y la inconfundible voz de Xabier Lete desde aquellos durísimos años 60 en los que fue uno de los grandes impulsores de Ez Dok Amairu y del incipiente pero rico y activo movimiento cultural y político, hasta sus vibrantes recitales poéticos, pasando por los innumerables discos y kantaldis y, cómo no, por su magnífica obra literaria, que el pasado año fue reconocida con todo merecimiento con el premio Euskadi. Su impagable y prolífica contribución hace que hoy en día no pueda entenderse la cultura vasca sin la figura de Xabier Lete, cuya obra a buen seguro continuará siendo referencia obligada. Así lo ha demostrado la inmediata reacción que suscitó en amplísimos sectores de la sociedad de Euskadi la muerte del que probablemente haya sido el mejor poeta vasco, acontecimiento por cierto indignamente ignorado por todos los medios de comunicación españoles, para los que la pérdida de Lete no mereció apenas una mínima mención. En cuanto se conoció la noticia de su fallecimiento, las muestras de condolencia y de duelo se sucedieron con una unanimidad digna de ser resaltada: palabras de reconocimiento, de elogio, de afecto, de dolor y, sobre todo, de profundo respeto tanto por su obra como por su talla humana. Curiosamente, Xabier Lete ha muerto durante el primer día de la tradicional Azoka de Durango, el gran escaparate de la cultura vasca. Su recuerdo recorrió ayer toda la jornada de la Feria, en la que se le rindió un homenaje popular más de afecto y agradecimiento por su trabajo que de dolor. Por estas fechas hace dos años -concretamente el 1 de diciembre de 2008- falleció también otro de los grandes referentes e iconos de la música y de la cultura euskaldun, Mikel Laboa, compañero de fatigas, anhelos y sonidos de Xabier Lete. Ambos representan como pocos lo que podría definirse como la mirada vasca a Euskal Herria y al mundo, una mirada abierta y comprometida al mismo tiempo, adogmática pero firme en sus convicciones, personalísima pero plural y popular. Como en el caso de Laboa, Xabier Lete logró combinar a la perfección la calidad musical y literaria con la divulgación de su obra y su contribución, consciente y premeditada, a la difusión y expansión del euskera, de la que se han beneficiado miles de vascos que han sentido la lengua a través de sus canciones y sus poemas. La sociedad vasca llora hoy la muerte de Lete pero mantendrá su obra y su recuerdo para siempre.
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