¡Es la paz estúpidos!
Todo ha ido a más velocidad de lo que algunos esperábamos y a menos de la que nos gustaría, pero el proceso político iniciado hace un año en Alsasua ha trastocado planteamientos y discursos y abre las puertas a un futuro de paz y derechos que, sin duda, va a llegar
SE cumple un año de la presentación en Alsasua de un documento al que pusieron cara numerosos miembros de la izquierda abertzale, que significó el pistoletazo de salida de un proceso político novedoso dentro y fuera de la izquierda abertzale. Novedoso porque suponía un giro total a lo hecho hasta el momento, ya que era un proceso interno, que no se dirigía ni exigía de la participación de agentes externos. Novedoso porque planteaba, desde ese espacio, un cambio radical de estrategia política para enfrentar el futuro de Euskal Herria, para tratar de superar una fase anterior, en la que el conflicto ha tenido una expresión violenta muy importante.
Muchas cosas han ocurrido en el curso de este año. Todo ha ido a más velocidad de lo que algunos esperábamos, y a menos de la que a muchos nos gustaría. Pero es incuestionable que se ha movido todo el espacio político. Que hasta los que trataron de presentar aquello como un acto estéril, como más de lo mismo, han terminado reconociendo, a regañadientes más de uno y de dos, que lo que estaba ocurriendo tenía un calado especial.
Los diferentes pasos que se han ido dando, el debate seguido dentro de las bases de la izquierda abertzale y las conclusiones hechas públicas a su finalización, la participación de terceros que han sumado iniciativas, han tenido que clarificar muchas cosas.
Dentro de la izquierda abertzale, a aquellos que veían este proceso como una entrega en manos del enemigo, como una renuncia a la defensa de la soberanía de nuestro pueblo y de una ideología de izquierdas, les ha debido de quedar claro que se recoge el trabajo y la experiencia acumulada y se tiene una fe ciega en la capacidad de los hombres y mujeres de la izquierda abertzale para defender sus postulados políticos en el futuro. Pero que se cree, con argumentos, que se debe canalizar ese trabajo por vías exclusiva y excluyentemente políticas. Y que en ese proceso es un valor fundamental lograr un escenario de paz, con mayúsculas, en el que los derechos y libertades de nuestro pueblo y de las personas que lo forman no tengan otra limitación que su voluntad soberana expresada por cauces democráticos.
A los que desde aquí y desde allí se oponen a que este pueblo pueda decidir libremente su futuro, y su forma de organización política, social económica... les habrá debido quedar claro que no hay renuncia alguna a defender lo que siempre se ha creído que son derechos y libertades que nadie puede negar ni limitar. Y menos por la imposición.
Pero parece que no ha sido así. Desde tribunas políticas y periodísticas se ha venido desarrollando una ceremonia de confusión que, a medida que el proceso avanza y los hechos son más contundentes, es más evidente por lo grotesca. Todos parecen saber lo que ETA tiene que hacer y cuándo lo va a hacer. O cuándo no. Todos tienen derecho a imponer condiciones a los demás. Y a presentar lo que ocurre como mejor les conviene a sus posiciones. Que además van cambiando según las circunstancias.
Los que empezaron diciendo que no pasaba nada nuevo, ahora dicen que lo que pasa no es suficiente. Los que exigían determinadas condiciones, ahora se asustan y piden otras que no están en condiciones de exigir y no hacen más que demostrar su preocupación.
A quienes han usado la palabra paz para querer decir otras muchas cosas, ahora les quema la posibilidad de un nuevo escenario que hace su discurso obsoleto y fuera de lugar.
Es evidente que el miedo se ha instalado en muchos ámbitos. Porque ven que sus posiciones pueden quedar muy tocadas por una nueva situación que permita a toda la sociedad vasca estar debidamente representada y ejerciendo sus derechos. Por eso, parafraseando un lema de la campaña que llevó a Clinton a la Casa Blanca, he titulado este artículo con la consigna ¡Es la paz estúpidos!
A los que no quieren ver, a los que no pueden ver, a los que no se atreven a ver va dirigido, con cariño, ese eslogan. Les guste o no, la paz va a llegar
Una paz que debe ser sinónimo de libertad y justicia. Que debe superar la reciente historia, y reparar en lo posible los daños causados a unos y otros. Que debe eliminar las secuelas de ese proceso e integrar y recuperar a todos y todas de forma efectiva en la nueva situación. Una paz que debe poner los fundamentos de un futuro mejor para todas las personas que quieran vivir en libertad en este pueblo nuestro y relacionarse de una forma constructiva con los pueblos que nos rodean.
Que nadie tenga dudas, que son muchas las voluntades conjuradas para trabajar en este sentido. Y que cada día son más, con más ilusión y determinación si cabe.