¿Definitivamente tiempos de paz?
No es que a ETA se le deba nada, pero ojalá que en esta ocasión salga bien. La paz también debe ser posible en Euskadi. Se debe intentar otra vez y esta vez se debe acertar, es una cuestión de dignidad colectiva. Que la todavía indefinición no sea preludio de frustración
NO pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo, trabajemos durante". Albert Einstein.
Comienzo recordando, es importante hacerlo en estos momentos de incertidumbre y esperanza, una cita de Iñigo Urkullu, presidente del EBB de EAJ/PNV, en los Desayunos de Europa Press en Madrid el 24-04-2008 con el objetivo de dejar las cosas en su sitio: "El PNV asume y manifiesta que la desaparición del terrorismo pasa en primer lugar por el rechazo firme del terrorismo y de la violencia; por la deslegitimación social mediante políticas educativas, culturales y de comunicación; por la acción policial; por la aplicación del Estado de Derecho -eso sí en toda su extensión- y por vaciar de contenido cualquier aporte social que alimente la violencia en la práctica política. Éticamente el PNV va a estar siempre enfrente de ETA y, políticamente, aunque rechazamos otorgarle el estatus natural en tal sentido, no compartimos ni fines, ni medios con ellos". Por cierto, yo también. Sinceramente, pienso lo mismo.
La presencia de ETA y su actividad violenta, aderezadas de amenaza y coacción, ha sido cruel y espantosa. Su accionar fanático ha causado dolor sin límites, ha generado sufrimiento desgarrador y ha roto brutalmente la convivencia en este pueblo. Ha sido letal para la vertebración social de la sociedad vasca. No ha respetado ni ha tenido ningún miramiento con la democracia, ni con las reglas de juego, ni con los derechos humanos, ni con el más importante de ellos como es el derecho a la vida y, obviamente, mucho menos ha tenido la más mínima consideración con el elemental juego entre las mayorías y las minorías, fundamento de la democracia y de la convivencia, en el seno de la sociedad vasca. ETA se ha ciscado en la voluntad de los ciudadanos y ciudadanas del conjunto de Euskadi. Los resultados de las urnas vascas le han traído al pairo. Ha intentado imponer su voluntad utilizando el asesinato y el miedo. Ha atacado el corazón de la razón y del sentido común. Ha asesinado, ha roto familias y vidas, ha desparramado por doquier víctimas y lágrimas, ha sido una auténtica vergüenza para los vascos y para Euskadi y ha sido un baldón pesado para su progreso en convivencia. La dialéctica de ETA ha sido fanática en su desarrollo, autista ante lo que estaba ocurriendo en la sociedad vasca y fascista en su práctica y por ello no ha sabido interpretar, ni leer, el paso de la historia, ha sido la negación del mínimo atisbo de humanidad, de ética y de sentido de la historia, su presencia ha sido un insulto a la inteligencia y a los cambios socio-políticos que se daban por aquí y por allí.
La violencia política ha sido la peor tarjeta de presentación de la causa legítima y democrática del nacionalismo vasco, todo lo que tocado lo ha vuelto hediondo. Ha sido la negación del sentido común. ETA ha sido la perfecta excusa, hábilmente esgrimida por los poderes fácticos del jacobinismo patrio español, para negar a los vascos su derecho a escribir de su puño y letra su presente y futuro libre y solidariamente expresado en las urnas vascas. ETA ha defraudado, engañado y mentido multitud de veces, la democracia no le debe nada en absoluto. Su estupidez y sinrazón no ha conseguido nada en positivo. Debe desaparecer, sobra y estorba en el presente y en el futuro del paisaje vasco. Debe traicionarse a sí misma y cerrar la persiana de un negociado que debió finiquitar juntamente con los últimos estertores del franquismo y su fin debió de acompañar a los aires que a finales de los años 70 soplaban con deseos de libertad, en la llamada transición, posteriores a la muerte del dictador.
Entiendo yo que ETA no debió de sobrevivir al fascismo golpista y que no debió irrumpir canallescamente en la democracia. Es por ello que creo que el mejor legado que podemos dejar a las futuras generaciones de vascos es la consecución de la paz y de la desaparición de la violencia, del miedo y de la coacción en el seno de la convivencia. Un legado que significa reconocimiento a todas las víctimas. Y respeto al que piensa de otra manera, al que tiene adscripciones identitarias y sentimentales diferentes o discrepantes.
El tremendo hastío social generado por ETA y el matonismo político está presente a flor de piel en los hombres y mujeres de aquí y de allí. Pero afirmo también que no podemos desperdiciar esta oportunidad que bien puede ser definitiva y por ende histórica. No es que a ETA se le deba nada ni que merezca nada. Pero ojalá que en esta ocasión salga bien el proceso hacia la consecución definitiva de la paz. Porque la paz también debe de ser posible en Euskadi. Una vez más lo debemos de intentar y esta vez debemos de acertar. Es una cuestión de dignidad colectiva.
Llegado a este momento, entiendo yo que los cuatro fundamentos del documento Ados proclamados por Iñigo Urkullu, presidente del EBB de EAJ/PNV, en el Alderdi Eguna, cobran todo su valor. Valor en lo político, cuando se proponen vías exclusivamente políticas y democráticas, con la exigencia a ETA de un abandono definitivo de la violencia y oposición a cualquier pretensión de tutela que pueda alterar la situación política o el diálogo. Valor en el concepto del pluralismo, cuando se aboga por la participación de todas las fuerzas políticas, sin exclusiones y por compartir que esta sociedad tiene identidades plurales. Puesta en valor del acuerdo, cuando se propone el diálogo y la negociación entre todas las fuerzas políticas para un nuevo pacto basado en la concertación. Y por último puesta en valor del respeto, el respeto a las decisiones que la sociedad vasca adopte sobre su estatus político y su puesta en práctica.
El tiempo de los quiebros semánticos, el de las proclamas y de las literaturas justificatorias, el tiempo de los silencios cómplices, ha tocado fondo. Ningún quiebro dialéctico más, ninguna alusión comprensiva más, fin de los silencios calculados y ambiguos. Fin de la historia. Alto el fuego unilateral, verificable, irreversible e incondicional.
Termino. Hace poco, en este mismo medio, escribía esta líneas que asumo en su plenitud: "Tiempos de paz, anhelo y perspectiva. Temps de paix, ansia y futuro. Peace time, de ganas y esperanza. Bake garaiak, de ilusión y expectación. Un cantante, hace ya años, compuso una canción añoradora de esperanza, hablaba de que le habían dicho que el amigo de un conocido sabía de buena tinta que se estaba abriendo una ventana a la esperanza: Itxaropenari lehio bat ireki omen diote. Algo así como ¿será cierto que han abierto una ventana a la esperanza? Pero ciertamente el cese unilateral y alto el fuego permanente y definitivo de ETA, completo, verificable y sin contrapartida política alguna se resiste y siguen pasando los meses desde que líderes internacionales con Brian Currin a la cabeza firmaron la Declaración de Bruselas y que su propia Izquierda Abertzale leyó lo que leyó en Iruñea. Que la todavía indefinición de ETA no sea preludio de ninguna nueva frustración. Es una cuestión de dignidad nacional. Se lo debemos a todos los que en épocas difíciles nos legaron el testigo de Lauaxeta: Dena eman behar zaio maite den askatasunari. Tenemos derecho y legitimidad para decidir, pactar y negociar lo que queremos ser. En democracia, en paz, con urnas y votos, sin muertos ni asesinos, ¿por fin?".
Ojalá se logre el objetivo. Lo demás, todo lo demás, tiene arreglo.