Una nueva etapa para Euskadi
Tras el histórico acuerdo para el desarrollo estatutario, toca ahora la ardua labor de materializar y gestionar las competencias, algo que Patxi López deberá abordar con más determinación y visión de Euskadi de lo que ha demostrado hasta ahora
eL histórico acuerdo alcanzado el viernes entre el PNV y el Gobierno español mediante el que la comunidad autónoma vasca amplía su capacidad de autogobierno con el compromiso de un cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika abre sin duda una nueva etapa política en Euskadi. No sólo porque, 30 años después, se dará por fin cumplimiento a una ley fruto de la voluntad ampliamente mayoritaria de la sociedad vasca, sino porque sitúa a nuestro país en una nueva dimensión en la gestión de sus propios recursos y, por tanto, de su autogobierno entendido como un medio para satisfacer con mejores garantías las necesidades de los ciudadanos vascos. Todo ello sin renunciar a, tras el cierre competencial del Estatuto, alcanzar mayores cotas de soberanía si así lo demanda y lo decide democráticamente la mayoría de la sociedad. Pero una vez alcanzado el acuerdo de las diferentes transferencias, de los compromisos de explorar la asunción de las competencias que aún quedan pendientes, de las inversiones logradas, del impulso a los proyectos estratégicos, de la presencia en el Ecofin..., corresponde ahora su materialización y su gestión. Dos aspectos fundamentales, porque de su buena negociación, desarrollo y, en definitiva, aplicación depende en gran medida el éxito y, en última instancia, el bienestar de los vascos. Estos días, los socialistas vascos se han esforzado -sin demasiadas energías y menos convicción- en esbozar una sonrisa y poner en valor el acuerdo alcanzado gracias al empeño de Iñigo Urkullu y los negociadores del PNV y la necesidad imperiosa de Rodríguez Zapatero. López y el PSE están de enhorabuena porque, según han reconocido, han sido "puntualmente informados" de las negociaciones. No cabe duda de que Patxi López y su gobierno han estado absolutamente ausentes, sin capacidad de decisión ni de reacción. Ahora les toca ponerse a la tarea. No basta con que el lehendakari intente parar la bola de nieve que se le viene encima -en el peor momento de su valoración, además- dando la "bienvenida" a las transferencias e intentando en vano arrogarse el éxito al afirmar que "después de treinta años, va a ser con un gobierno socialista al frente del País Vasco el que le dé el empujón definitivo al Estatuto". La realidad es que el cierre al desarrollo estatutario se hará a pesar de su ejecutivo. Ahora, queda una tarea ardua y complicada, para la que López y su gobierno deberán tener determinación inamovible, voluntad férrea y la visión clara de la defensa de los intereses de Euskadi. Cuestiones que aún están por ver y demostrar, tanto como el cumplimiento real de la palabra dada por parte de Zapatero y su gobierno. Experiencias de lo contrario hay muchas, pero la sociedad vasca no ampararía ni consentiría el incumplimiento ni la rebaja o el cepillado de las transferencias pendientes o la asunción, una vez más, por parte de López de mercancía averiada.