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Oportunidad perdida

Una vez más, los sectores más radicales de la izquierda abertzale oficial se aprovecharon de una convocatoria plural y de la buena voluntad de miles de personas para imponer su protagonismo en la manifestación del sábado en Bilbao

hACÍA mucho tiempo que todos los partidos abertzales, sin excepción, no sumaban sus voluntades para acudir a una manifestación. Las suspicacias, las tentaciones de beneficios políticos o el desacuerdo radical en el contenido de la reivindicación habían impedido una convocatoria unitaria como la que se produjo el pasado sábado. El inequívoco lema en relación a derechos democráticos elementales y la solvencia y neutralidad de los convocantes disipó las reticencias y llevó a las calles de Bilbao a representantes de todos los partidos abertzales. Una excelente noticia, teniendo en cuenta que quienes iban a estar ausentes de tan elemental reivindicación serían los que actualmente conforman el bloque nacionalista español. Era, por tanto, una buena oportunidad para hacer posible y visible la unidad aber-tzale en torno a los derechos fundamentales individuales y colectivos, y hacerlo de forma tan multitudinaria como se hizo. Pero, una vez más, y a pesar del empeño de los convocantes por evitarlo, los sectores más ultras de la izquierda abertzale oficial aprovecharon la multitud para hacerse notar, para mangonear de tal forma el desarrollo del acto que hiciese posible un protagonismo excesivo de la plataforma Adierazi EH, cuyo núcleo duro y dominante está en manos de representantes ultraortodoxos del MLNV. Más allá de los excesos intransigentes traducidos en abucheos a cargos del PNV y el corear de consignas partidistas fuera de todo consenso, ni los convocantes ni los convocados, a excepción de la izquierda abertzale oficial, salieron de la manifestación plenamente satisfechos sino con una triste sensación de haber sido engañados, o utilizados. Una vez más. La buena voluntad, el afán por dar una oportunidad a la esperanza de que algunos sectores logren por fin emanciparse y separarse clara y definitivamente de la violencia y de abrir una ventana al horizonte de la paz hicieron que miles de personas abandonasen las reticencias que -con pleno derecho, y más aún a la vista de lo acontecido- mantenían de caminar codo con codo con quienes no son capaces de desligarse del terror y, ante un lema cristalinamente democrático, desfilasen por las calles de Bilbao aun a riesgo de ser utilizada su presencia. Y así ocurrió. La izquierda abertzale ilegalizada está requiriendo apoyo político, mediático y social para transitar con éxito el complicado camino hacia la homologación entre las formaciones democráticas, pero no es capaz de renunciar al autoritarismo, al control y al dominio de lo que comparte con otros ajenos a su exclusivo mundo. Cuando, por fin, se convoque una manifestación exigiendo a ETA que se disuelva de una vez, para que no la manipulen, habrá que exigirles previamente aquello de los conversos, a la cola. Si es que van.