Normalidad, norma y ización
La reiteración socialista en considerar que su advenimiento al gobierno por obra y gracia del PP acaba con la anomalía política, es sólo un parapeto dialéctico para no enfrentar el incumplimiento del autogobierno y la exigencia mayoritaria de la sociedad
REDUCIR la política ("actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos") a la dialéctica ("arte de dialogar, argumentar y discutir" o "capacidad de afrontar una oposición") lleva en ocasiones a la elección, pretendida o no, de vocablos o palabras con leves alteraciones en sus significantes pero de significados encontrados o cuando menos diversos. Sin ser exactamente una paronimia, sucede algo similar con el abuso como leitmotiv durante los últimos dieciséis meses del término "normalidad" por el Gobierno que preside Patxi López. Pese a compartir raíz con la "normalización", no es lo mismo la "cualidad o condición de normal" que la "acción y efecto de normalizar". Tanto es así que la primera es inalcanzable sin la segunda. La existencia de una "normalidad" política implica, por elemental lógica, su aceptación mayoritaria por la sociedad, que no es el caso, y precisa de una acción previa, de una "normalización", un "poner en orden lo que no lo estaba", que responda a los criterios que esa mayoría de la sociedad sí considera intrínsecos a una situación política normal... o normalizada en cuanto que nadie en Euskadi considera normal la situación no ya de los últimos años sino de las últimas décadas, siglos incluso. Tampoco la de los últimos dieciséis meses. Sin embargo, la reiteración socialista en dar por lograda la "normalidad" con el simple hecho e su advenimiento al Ejecutivo vasco por obra y gracia del apoyo del PP pretende precisamente obviar la necesidad de esa "normalización" que la sociedad vasca sí considera imprescindible por cuanto lleva implícito el cumplimiento de la norma, el Estatuto, y de las capacidades de decisión que ella misma se otorgó, en base a sus derechos históricos, hace 31 años. La exacerbación dialéctica de la "normalidad" no es, por tanto, sino la negación de ese cumplimiento que se traslada a la acción, más exactamente a la inacción, política del Ejecutivo que preside López en materia de autogobierno. De ahí que ahora portavoces cualificados del PSE respondan con evasivas, cuando no negativas, a la propuesta que acaba de realizar el PNV en el ámbito de la "normalización" política de Euskadi e incluso condicionen ésta a la previa pacificación por desestimiento de ETA y, al hacerlo, no sólo obvien que es precisamente la "normalización" del autogobierno que la sociedad vasca pretende la que puede influir decisivamente en dicho desestimiento sino que al tiempo entremezclan dos ámbitos de actuación que los propios socialistas han considerado también que deben afrontarse de modo independiente. Y la utilización de la dialéctica, de la capacidad para afrontar una oposición, como excusa para no avanzar en la política, es decir, en la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos, únicamente prolonga un estancamiento que la propia sociedad vasca empieza a considerar insoportable además de injusticable.