LA encuesta realizada por Gizaker para DEIA al día siguiente de que se diera a conocer a través de la BBC el vídeo en el que ETA anunciaba que "hace algunos meses" había tomado la decisión de suspender sus "acciones armadas ofensivas" retrata el modo en que ha recibido la sociedad vasca dicho anuncio, con una mezcla de esperanza y escepticismo en el que el segundo gana terreno a la primera respecto a experiencias anteriores y debido precisamente a las mismas. Esa evolución, además, se evidencia de modo generalizado e independientemente de la afinidad ideológica de los encuestados, aunque la esperanza sea aún más amplía en el espectro de población con un sentimiento de nacionalidad vasca y se reduzca progresivamente en tanto en cuanto dicho sentimiento se inclina hacia la exclusividad de lo español, como si fueran los primeros quienes más se aferran a la esperanza y a la necesidad de la paz o, tal vez, quienes aún mantienen mayor confianza en que aquellos que de forma incomprensible aún no han renunciado a ejercer la violencia con el inadmisible pretexto de los objetivos políticos den por definitivamente cerrado su dramático ciclo. Resulta significativo, por ejemplo, que sea sólo entre los votantes de la izquierda abertzale o los que se declaran afines a la misma que el anuncio efectuado por ETA se considera mayoritariamente el principio de la tregua "definitiva"; lo que hace patente también, a pesar de que más de un tercio de los mismos mantiene dudas, que entre las bases de la izquierda abertzale ilegalizada se ha asentado la necesidad de que ese ciclo sea finiquitado. Sin embargo y por contra, quienes albergan esa esperanza son una minoría social, apenas un 20%, y más de la mitad de los consultados consideran, seguramente mediatizados por anteriores frustraciones, que esta vez tampoco se llegará al cese irreversible de la violencia. Lo curioso es que, pese a estar comunmente aceptado que el culpable de la violencia es quien la ejerce, los resultados de la encuesta podrían dar lugar a más de una interpretación sobre el reparto de responsabilidades en el caso, indeseado, de que eso ocurriese, porque seis de cada diez personas abogan porque el Gobierno de España inicie un proceso de diálogo con ETA -curiosamente con porcentajes similares entre votantes del PNV y de la izquierda abertzale pero que también alcanzan el 40% en las filas socialistas- para tratar de alcanzar una solución definitiva y únicamente dos de cada diez se niegan en redondo a que el Ejecutivo español dé ese paso. Una vez más, la sociedad vasca reitera su anhelo de paz y el método que considera más eficaz para la consecución de la misma, pero la encuesta denota también que se instala entre la ciudadanía un peligroso desencanto que debería ser un motivo añadido para que todas las partes se comprometan de forma fehaciente con el fin del terrorismo. Empezando, lógicamente, por la propia ETA.