AUNQUE parezca complicado, puesto que el listón está muy alto, el PSE ha conseguido elevar un grado más el convulso panorama que envuelve al transporte público en Bizkaia. Al conflicto abierto con los trabajadores de Metro Bilbao por la amenaza de no renovar contratos se suma ahora un problema similar en EuskoTren. Los sindicatos de la empresa pública de ferrocarriles vascos anuncian movilizaciones a corto plazo ante la intención de la dirección de abaratar costes a base de reducir la plantilla e incrementar los turnos de trabajo para aumentar la productividad. Ya se sabe: la crisis; ésa que Carlos Aguirre, consejero de Economía del Gobierno de Patxi López, ya ha dado por resuelta. Las medidas que proponen los rectores de EuskoTren se han tomado en otras empresas. Eso es cierto -sobre todo en el ámbito privado-, pero seguramente en ningún caso se habrán tomado en las condiciones que denuncian los sindicatos. Las centrales sostienen que la nueva dirección socialista pretende recortar la plantilla por la base, por los trabajadores, mientras que la engorda por la cima, por los altos cargos. Los sindicatos concretan que EuskoTren cuenta con deiciséis nuevos cargos desde que el PSE tomara el volante del transporte. Cargos con sueldos, siempre según las cifras sindicales, que se mueven entre los 40.000 y 60.000 euros anuales -por no hablar de los dos millones extras que la formación de López ha gastado en el metro-. El transporte de Bizkaia había sido un ejemplo de gestión. Una gestión en la que se implicaron profesionales de todos los colores políticos, aunque fuera el PNV quien ostentara el poder. Ahí está el caso de Enrique Urquijo, profesional no afín al partido nacionalista precisamente, pero buen profesional al fin de al cabo, que fue pieza clave en el gobierno de Metro Bilbao durante muchos años. Ernesto Gasco y compañía se han encargado de dinamitar todos los puentes construidos entre nacionalistas y socialistas durante todos estos años anteriores. En esta vida es mucho más fácil destruir que construir. El PSE dejó muy claro días después de las elecciones autonómicas, al pactar con el PP, que prefería los atajos. Por ellos continúa deambulando. El precio está por ver. La semana pasada logró quebrar la paz social de Metro Bilbao, uno de los bienes intangibles más apreciados en la empresa, y ésta lo ha conseguido con EuskoTren. El descarte del tranvía a Rekalde, el retraso en la llegada del metro a Galdakao, la limpia de cargos nacionalistas en los órganos de gobierno, la renuncia a construir la nueva sede de EuskoTren en Durango, la negativa al soterramiento del metro en Urduliz, la inauguración fantasma de la lanzadera de Mamariga penalizando a los usuarios con el cobro de un billete no previsto, la apuesta por extender el suburbano a Castro antes que a otras zonas del territorio vizcaino... Los hechos hablan por sí solos. Más que hablar, gritan.
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